Quédate conmigo, no me dejes,
mi vida es tan vacía
que sólo tú puedes impedir, orgullosamente humilde,
que haga más preguntas.
Quédate, no me dejes,
compadécete de mi impaciencia
que, garabateada en la bitácora de un barco de cautivos,
perdurará más allá de la eternidad.
Quédate conmigo, no me dejes,
tú no sabes del enojo ni tu enojo durará,
y ¿dónde irías, cómo te sentirías
cuando se te haya pasado?… Espera un poco, espera,
espera por lo menos hasta
que llegue el cartero con cartas sólo para ti.