Glosa

Así lo vivimos: el árbol, apenas florece, pierde la flor,

en constante florecer y continuo caer.

Y nuestra apasionada pereza e impaciencia

son tan perennes que, fidedignas,

compiten con la eternidad.

No podemos hacer otra cosa, ya que verdaderamente

si la alegría de Dios es nuestra fuerza,

cómo no flaquear si Dios se pone triste…