A los pelasgos

A los pelasgos no les molestaba el castañetear de las moles de piedra

amontonadas al aire, amontonadas con ira,

por haberlo sido precisamente en la época

en que las fieras negras están más gordas.

Pero qué hermoso es que no las apilaran

para esconder su desnudez… Al contrario

dejaban grietas y aún delgada la primavera, con un ojo,

observaban a través de ellas y con picoteada sonrisa

a un niño tranquilo que se balanceaba sujetándose en

el aro que colgaba de la aleta de la nariz del toro…