Por todas partes donde su cayado de peregrino tocó la tierra,
resonó la voz de alguno de los muertos,
de esos antaño muertos, según lo ilusorio del tiempo,
de esos recién muertos, según la verdad del infinito.
Los escuchó a todos… Y como si las últimas
fueran las voces de los que poseían alas,
y las primeras las voces de los sepultureros.
Pero eso lo parecía solamente,
ya que ni siquiera él había empezado aún…