Noche, que por el sonido adivina el patio de la cárcel,
tiempo, que por el tono adivina el olvido de las palabras,
hierros que por el nombre adivinan el primer pecado
y preguntan cuándo y cuál será el último…
Y con todo eso, tú solo.
Solo con la unicidad de la iluminación resumida en una bienaventuranza,
pero una bienaventuranza que se desintegra en miedo innumerable
por su ser no entregado…