Tres

¡El escultor y el curtidor! Tal vez sólo ellos

en el tiempo, que como el basilisco se mata mirando al espejo,

reconocen toda la eternidad, dada a ser devorada

por el ángulo ocular de la vulva de Venus —

o la grasa abdominal de la mujer de Lot, impregnada

en los bajos salinos de los animales…

El poeta, mientras, como testigo, come bien y canta

en la casa de la efervescencia, en la casa fúnebre,

su deseo por un avivar ascensional,

se estira a por aquel vino, que da el secreto

sólo bajo certificado de pobreza,

mientras la insuficiencia cardíaca de la válvula de la poesía

se empeña agónicamente por el pulso todo del alegre Dios…