¡El escultor y el curtidor! Tal vez sólo ellos
en el tiempo, que como el basilisco se mata mirando al espejo,
reconocen toda la eternidad, dada a ser devorada
por el ángulo ocular de la vulva de Venus —
o la grasa abdominal de la mujer de Lot, impregnada
en los bajos salinos de los animales…
El poeta, mientras, como testigo, come bien y canta
en la casa de la efervescencia, en la casa fúnebre,
su deseo por un avivar ascensional,
se estira a por aquel vino, que da el secreto
sólo bajo certificado de pobreza,
mientras la insuficiencia cardíaca de la válvula de la poesía
se empeña agónicamente por el pulso todo del alegre Dios…