La habitación hace tiempo sin caldear,
tan sin forma que cobra un aspecto descobijante:
orfandad, de un tajo —
y en la cual, al entrar, oyes el cuarteante rugido de todos los
que al quemarles los tendones de las rodillas
¡prefieren el silencio al arrepentimiento!
La habitación hace tiempo sin caldear donde comprendes,
que los vivos, a los vivos, niegan la palabra del alma, cegada por el cuerpo,
los moribundos, a los moribundos, la palabra del cuerpo cegada por el alma
¡y los muertos, a los muertos, la visión de ellos mismos!