Lo que los poetas dejan tras de sí
está siempre algo estropeado por el tiempo, el pecado y el exilio.
El más sincero de ellos,
el menos conocido, el más tranquilo, el más enamorado,
no os impone nada: ni verdad,
ni desprecio, ni consuelo, aún menos amor…
Presente, ya es ausente… Y Picasso
al hacer un muñeco de nieve comprendió muy bien
que la inmortalidad del arte
está en el tiempo, en el pecado y en el exilio,
que el sol tiene que rescatar
las lágrimas, las fuentes, los ríos y los mares, para nada…