Se encuentran secretamente tras el cobertizo para las andas
donde el crepúsculo les da nombre
y la ortiga pie descalzo,
porque, de todos modos, también allí tendrían que expiar
todo tipo de certeza (por el ojo del futuro homicidio en la familia).
Desaparecen pronto hacia el único verde avinagrado del horizonte opresor
pero desaparecen ya por su propio camino,
despectivamente, y hasta de modo insultante,
y así, como si la antigua búsqueda de Eva,
de Eva antes de arrancar la manzana,
les sedujera de nuevo hacia el árbol…