En el cementerio aldeano mientras alumbran

Aquí, donde el joven eructar de los estorninos

aligera el aire, sí aquí,

donde hasta los muslos de la mujer se hicieron alas,

aquí, sí, precisamente aquí somos más ciegos

y la pala del sepulturero tendría que estar iluminada

acaso sólo por una luna, y en cambio por todos los soles

para que comprendieran que las confidencias de amor

son de amenaza…

Pero abajo, en la aldea, plantaron el árbol de la danza

y ahora, alrededor, están pisoteando la tierra

para que corra más…