Mujer y palabra

El hombre canta o miente… Le basta para ello

un único botón de nácar en todo el vestido de su amada,

un único defecto en su belleza desnuda…

Pero cuando el peso de ducados del placer desordenado

arrastra su ojo cabruno hacia los avaros perfiles del vacío,

que quisiera sin testigos,

sabe cobardemente callar… Callar hasta el no reconocimiento

de la callada alma… ¿O tal vez enmudece sólo porque

intuitivamente confía en la única palabra laboral

que pronunciará otra vez sólo la mujer?