Sólo una vez desalojados a la calle se dan cuenta
de que la estancia es suya. Pero no lo soportan,
y apenas captando que el enrojecimiento de los ojos después de llorar
no puede ser la medida para una cosa seca,
intentan ganar de inmediato los favores de la ley.
Sólo que, existiendo en otro,
ya la han dejado… Y huelen mal,
y para el colmo suele hacer un calor sofocante,
empiezan a descomponerse… ¿Qué les queda luego
sino ir a Dios a través de Dios?
Y es precisamente eso: porque el eclipse de sol
lo observamos sólo con un cristal ahumado…