La voz humana

La piedra y la estrella no nos imponen su música,

las flores callan, las cosas parece que oculten algo.

Los animales niegan en sí por nuestra causa

la armonía de la inocencia y el misterio.

El viento tiene siempre el pudor de una simple señal

y lo que es el canto lo saben sólo los pájaros enmudecidos

a los que el día de Nochebuena echaste una gavilla sin trillar.

Les basta existir y eso es inexpresable. Pero nosotros,

nosotros sentimos miedo y no sólo en la oscuridad,

sino que incluso en la fecunda luz

no vemos a nuestro prójimo

y aterrados hasta un conjuro violento

gritamos: ¿Estás ahí? ¡Habla!