Mientras fuera alienta y se afana la pequeña vida cotidiana
y mientras por ejemplo un niño, precisamente tras el muro,
al volver de la compra con salchichas,
se sienta entre los matorrales y ansioso aspira el aroma
y no puede comer siquiera una
porque están contadas…
aquí, como suele decirse, todo duerme…
No es, sin embargo, más que un sueño forzado
y las piedras son como una dentadura postiza
que la gente se quita antes de la anestesia
diciendo a sus amigos en la sala de espera:
«No os quedéis ahí, ¡me pondré a chillar!».
Pero no chilla, y aunque nos quedemos con ellos por gusto
hay siempre alguien que a través del llanto, nos lleva fuera,
fuera hacia la vida que alienta y se afana
y cuyos hechos nos horrorizan cada vez más,
cada vez más,
porque están contados…