Paisaje

El sentimiento del lago, en peligro de ser traicionado

por la partida de mil trescientos cisnes,

sube a la orilla firme, vigila un instante,

luego vaga un poco y, asombrado hasta el olvido,

se detiene bajo el cerezo negro

a mirar la tierra,

donde hay un montón de huesos ya blanquecinos.

El niño que hace tiempo escupió aquellos huesos

corretea en este mismo instante entre las cañas

y, al final, ahuyenta a los mil trescientos cisnes…

Los mira con una felicidad que cansa,

se recuesta en la orilla socavada, desmoronada,

y se duerme allí, preguntándose dónde se despertará…