Siempre igual

Conozco a una persona que compra

velos de novia de las bodas que no se han celebrado.

Y conozco a una persona que retrasa el día de la boda

porque los amantes no tienen dinero suficiente para comprar la alianza.

Pero esta criatura, mal vestida con las faldas de estera

de una costumbre secular y que podríamos decir eterna,

no es tan insensible como parece.

Sabe acercarse a todas las muchachas seducidas y abandonadas.

Y, justamente en el momento preciso en que la soledad

ya no quiere saber nada de ellas,

sabe transformar el amor que se desvanece

en una compasión que ya no alcanza

y les murmura con abundancia:

«te sostendré la mano sobre el vientre

hasta que empiece a dar patadas…».