Bastó que apareciera… Y la presencia simultánea
del vacío sifilítico y el oro con la lengua
pegada a la letra de la losa sepulcral
dejó de profanar las vellosas grietas que emergen
de los ángeles en llanto y los gorgoritos del agua del hotel por horas…
La caída del cortado miembro de Urano
(cabeza de fuente coronada de mayo por la bellísima carraspique)
se inició al mirar la fosa de culto,
se exacerbó sobre el hueco Windsor,
hizo palidecer la noche con una luna lo bastante sangrienta
para que se pareciera a la camisa de la menstruante madre de los dioses,
se internó por la entrada del infierno,
quebrada como la lámpara de la tumba de Helena de Esparta,
amó, blasfemó, y rogó al sexo de la poesía
por el placer de ciennoches,
sí, el placer de ciennoches, el placer de ciennoches,
y eso con la misma fuerza santa, con que la cosa amada
cruelmente busca en nosotros su propia mudez,
su propia mudez y la angustia…
Pero incluso en la angustia hay algo de perentorio…
Si sigues vivo, al fin es sólo
porque a toda prisa creaste una nueva…