Despertado en medio de la noche, por la ventana abierta
vi en el cielo dos lunas
y con horror dije:
Ha empezado el día del juicio.
Me quedé tan solo de repente,
que no tuve tiempo ni para la soledad,
que revolvía las tripas de la infancia.
Me quedé tan desvalido que ni el tiempo,
que antaño se ocultaba
en el interior de mis poemas recién escritos
y por ello quiso una vez su muerte,
insistía ahora en su poder.
¡Oh vanidad! Tan desesperado estaba
que toqué como un fuego fatuo
las cosas simples de cada lado de los siglos
como si la búsqueda pudiera ser aún futuro,
o tal vez sólo porque
el mudo soliloquio,
obediente al subterráneo compás,
lanzaba el alma de nada a nada…
Pero más tarde el viento entornó la ventana
y en el cielo se alzaba sólo una luna…
El día del juicio aún está por llegar.