También la decisión según el cuerpo
tiene su propio modo de ser arrojada a la existencia
y puede que cualquiera, ya de este modo, encontrara tierra,
tierra en general, y pronto barro en particular.
Pero tú, poeta, tú joven para el futuro,
joven por tu desheredada visión,
te has descubierto a ti mismo y sabías
que es necesaria una absoluta contranada
para que la imagen se transforme en hecho.
¡Ah, qué fue el tiempo sino una colilla de estrellas fugaces
de las tinieblas algebraicas de los cielos
entrada en los explosivos escondidos en tu pensamiento,
el trueno de mayo[34] que amargamente te ilumina
lo que con cruel saliva disuelven los dioses
en la lengua de la tragedia!
Los destinos, la sangre y la risa y los silencios negros hechos cuervos
cuando la carne llega a saber de parte del odio,
la manera de amar a su autobestia,
la negrocéntrica añoranza, las despedidas que pasaron
del gran poder-ser a las resistencias inevitables,
el propio aliento humano, que,
en cada idioma extranjero, recuerda
que después del ataúd sólo una lengua existe,
pero también la fidelidad consagrada con tu padecer
en lugar de otras almas: —
cuán poco valían los demás y tal vez sólo porque
tú recogiste las frutas de la preexistencia,
no queriendo guardar el árbol tal como es…
Y acaso la muerte y el sueño y la palabra,
con los que todo se construye aún más secretamente,
como si el secreto nos quisiera convencer…
pero ya el nomundo, concebido
por el sexo del genio y la eternidad,
te llamó filialmente
y te reclamó de esta tierra
donde todavía
el enojo sería el más triste alivio
si no fuera aquí el dolor tan libre…