LXXI. Sufrimiento

En el aire engañoso y con una nube sombría

derrumbándose al fondo: el segador afila la guadaña

como si borrara con miga de pan

las seculares huellas de suciedad de los muros de Ecbatana.

El fruto anhelosamente autóctono, a pesar de todo no nos está destinado

y apenas nos puede asegurar lo espiritual.

Hasta la entrega perfecta conoce sin cesar el sufrimiento,

sí, el sufrimiento familiarizado con los muertos, que confían.