LXIII. El tiempo rechina los dientes

El tiempo rechina los dientes

una y otra vez.

Se vierte, vierte

polvillo de carcoma.

Hasta que los árboles ululan,

el látigo de los vientos se entrega al pillaje.

Es que la tormenta casa el polvo

con las primeras gotas.

Con el brezo, que gime,

va sintiendo cada azote,

una mujer checa,

que lleva a la espalda un ataúd pequeño.

El tiempo rechina los dientes

y la luna por sí misma,

vierte para dormir

en tu lágrima dos píldoras.