El tiempo rechina los dientes
una y otra vez.
Se vierte, vierte
polvillo de carcoma.
Hasta que los árboles ululan,
el látigo de los vientos se entrega al pillaje.
Es que la tormenta casa el polvo
con las primeras gotas.
Con el brezo, que gime,
va sintiendo cada azote,
una mujer checa,
que lleva a la espalda un ataúd pequeño.
El tiempo rechina los dientes
y la luna por sí misma,
vierte para dormir
en tu lágrima dos píldoras.