¿Acaso recuerdas, viniste una vez a mí
con los pies de la magia: cómo nada nos bastaba,
para que todos nuestros abrazos
firmemente nos ataran con un nudo de pasión?…
¿Quién de nosotros se dio cuenta de que el puente,
mientras tanto, rechazaba sin cesar las dos orillas,
de que el acuerdo del amor y la violencia
preparaba ya para cada uno de los dos
la muertementira engañadora, insuflada de promesa,
los espejos fatigados por la prisa de las imágenes
y todas las distancias ocasionadas por el desdén,
donde el espanto, dos veces solo, reniega al llegar al límite?
Sólo las apartadas manos de Dios
son un espacio tan gigantesco
que parecen unidas…