LVI. Por la calle

Negra está la sangre, y la bilis, y tormentosas las lágrimas,

el tiempo de los sentidos se ha hecho cuervo y desgarra los fantasmas,

el aliento se saca a sí mismo a flote del hábito mortuorio,

la inquietud arde, planea y busca qué turbar aquí,

humea la oscuridad en el destino y el carbón escribe su parecer,

cuando a lo lejos, de alguien, una voz: «También yo pediré ser quemado,

mas por las ortigas de detrás del crematorio»—

ilumina la sombra los sentidos y la tierra enmudecida…