Negra está la sangre, y la bilis, y tormentosas las lágrimas,
el tiempo de los sentidos se ha hecho cuervo y desgarra los fantasmas,
el aliento se saca a sí mismo a flote del hábito mortuorio,
la inquietud arde, planea y busca qué turbar aquí,
humea la oscuridad en el destino y el carbón escribe su parecer,
cuando a lo lejos, de alguien, una voz: «También yo pediré ser quemado,
mas por las ortigas de detrás del crematorio»—
ilumina la sombra los sentidos y la tierra enmudecida…