Primera hora de la tarde… Cementerio… Y el viento cortante
como esquirlas de hueso en la tabla del carnicero.
De una sacudida la herrumbre expulsa su forma
del molde de tortura.
Y por encima de todo, por encima de las lágrimas de vergüenza,
la estrella casi ha decidido confesar
por qué entendemos la sencillez sólo cuando estalla el corazón
y de pronto somos nosotros mismos, sin nada, solos y sin destino.