La ola donde el pez pone en marcha la música
de los recuerdos de los cantos rodados;
el muro del cementerio donde se secan los pañales;
el pájaro, la hoja que cae, la voz perdida en la niebla,
simplifican cada gesto
por más que el paso de la historia por la naturaleza
se lleve con el rastrillo las imágenes hasta los instintos.
A los complejos rencores responde la aflicción
con tanta sencillez como la madre
que, cuando el hijo escoge las palabras homicidas más refinadas,
se seca las lágrimas con el delantal.