El vino está más hondo que el vaso.
El verdor vuelve la cabeza hacia la noche.
En el silencio de las columnas irrumpen
los gritos del faisán hablador.
Sueñas (en pos de recuerdos)
que hubiera podido ser la alegría,
uniendo limpiamente con su juego
el mundo de aquí con otro mundo.
Y la memoria despacio te pinta
tal como viste hace tiempo, maravillado,
en el esbelto muelle, una chica tendida
con las manos en dos lagos.