Tras los bosques escritos, bajo el puente
el paisaje es todo oral.
Nada callan sus olas,
nada entristece nuestra despedida.
Tus ateridas manos me hacen llorar,
hasta el sol, que en las nubes
se ahoga, solloza, enrojece
como el niño en el bolsillo del hombre del saco.
¡Y por aojamiento te seduce
la hora terrible!
¿Quién es más fuerte: el hado
o tu insustituibilidad?
Pues hace tiempo amó sin aviso,
no quiere ser protegido
justamente el más tierno de los sentimientos,
de par en par abierto a todo, a la muerte desnudo.
¡Cómo transforman el remordimiento
las relaciones innumerablemente negras!
Nada más fértil que la cruel
fuerza sexual del sufrimiento…