XLIII. El puente sobre el río L.

Tras los bosques escritos, bajo el puente

el paisaje es todo oral.

Nada callan sus olas,

nada entristece nuestra despedida.

Tus ateridas manos me hacen llorar,

hasta el sol, que en las nubes

se ahoga, solloza, enrojece

como el niño en el bolsillo del hombre del saco.

¡Y por aojamiento te seduce

la hora terrible!

¿Quién es más fuerte: el hado

o tu insustituibilidad?

Pues hace tiempo amó sin aviso,

no quiere ser protegido

justamente el más tierno de los sentimientos,

de par en par abierto a todo, a la muerte desnudo.

¡Cómo transforman el remordimiento

las relaciones innumerablemente negras!

Nada más fértil que la cruel

fuerza sexual del sufrimiento…