Durante toda la noche estuvieron llenando el agujero
y agitando con el muro
todos los aspectos del insomnio.
Parpadeante, una vela se infiltraba
y fruncía sólo casuales momentos del silencio,
justo cuando un recuerdo
se fundía con la palabra
en la rítmica avería del búho.
Si las tinieblas sólo en el espacio hallaban su infancia,
tal vez todo ruido necesitara concentrarse,
así que tan miserablemente oprimido declaraba:
¡los de fuera tienen prisa!
Y ellos se apresuraban… la hembra de la tormenta
lentamente se abría
sobre la torre del castillo
y el relámpago era pura prueba
de que la preponderancia de la opinión sin amor
se dirige hacia los cuadros con un cuchillo…
A cada crujido del vagón
sentías que también, por todas partes,
los lechos de los limbos rechinaban de futuro…
y te preguntabas, infausto,
dónde se hallaba un nacimiento tal
que te permitiera encontrar algo más que la antigua angustia…