XXXVI. Vida real

No es que ahora iniciemos un pleito con Dios.

¡Nosotros interferimos en su actividad!

Pues todos nosotros, por desgracia, vemos

sólo lo que resplandece.

Así, prisioneros de nosotros mismos, de nuestro acontecer,

gozamos de la ventaja de unas esposas tintineantes

y no comprendemos ya el juego

como base

y cumbre del universo.