Arboles susurrantes, rocas, olas…
Todo lo que existe y vive, anhela
unificar la realidad
a través de la diferencia imaginaria.
Pero las olas no, somos nosotros que nos sentimos inciertos
amantes o mortales…
Ya que la voz de las formas determina por sí misma
el silencio del cambio.
Puede que ni siquiera estemos. Y sólo el genio y el asesino
extraigan para sí la irrevocabilidad
también del mero suceso auxiliar.