XXXV. El tránsito

Arboles susurrantes, rocas, olas…

Todo lo que existe y vive, anhela

unificar la realidad

a través de la diferencia imaginaria.

Pero las olas no, somos nosotros que nos sentimos inciertos

amantes o mortales…

Ya que la voz de las formas determina por sí misma

el silencio del cambio.

Puede que ni siquiera estemos. Y sólo el genio y el asesino

extraigan para sí la irrevocabilidad

también del mero suceso auxiliar.