XXX. Subidas I

Golpea el pulso en la pared del cuerpo

con la señal convenida.

Carcelarios comprendemos qué nos quiere,

ya que nosotros queremos aquello por lo que suena.

Sin embargo, a veces, solo, solo, sin ángel,

sin criaturas, tinieblas y días,

el aliento del santo, plenamente vivo,

sabe cómo carecer de límite.

Destruye el deseo

antes de ser destruido por el sufrimiento.