Golpea el pulso en la pared del cuerpo
con la señal convenida.
Carcelarios comprendemos qué nos quiere,
ya que nosotros queremos aquello por lo que suena.
Sin embargo, a veces, solo, solo, sin ángel,
sin criaturas, tinieblas y días,
el aliento del santo, plenamente vivo,
sabe cómo carecer de límite.
Destruye el deseo
antes de ser destruido por el sufrimiento.