XXI. Amargo

¡No, no me beses la mano, querida, quédate echada!

Cada movimiento que me transmite tu vestido

es para mí el de una mujer muerta…

Al agolparse todos los sentidos en un mismo punto,

donde el placer desea sólo la prolongación,

cada momento del presente es un doble

de los ojos cenicientos sin alma…

¡Cierra los párpados, no me mires!

En el dolor del conocimiento hay todavía bastante vacío

para el amargo no mundo del amor…