I. Y no hay comienzo

El depósito de cadáveres engorda en la oscuridad…

y, con los huesos, los chicos hacen caer las ciruelas.

Esas dos caídas y la segundoprimera insolación

entreabren por un momento el oído del vértigo

y diluyen luego todos los colores

en la negrura del cementerio.

Y no hay comienzo. Sólo el primer final junto al segundo

tose sangre de música

en las rayas de la mano,

que no tienen más que un año de espacio

tras las grietas del muro.