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Panamá

Esta gente que vino conmigo han pasado increíbles peligros y trabajos. Suplico a V.A. porque son pobres, que les manden pagar luego y les hagan mercedes a cada uno según la calidad de la persona que les certifico que, a mi creer, les traen las mejores nuevas que nunca fueron a España.

Carta de Cristóbal Colón a los Reyes Católicos.

Jamaica, 7 de julio de 1503

El cálculo de la derrota seguida por el insigne Almirante, las anotaciones en su diario de a bordo y las correcciones de las distancias realmente navegadas se convirtieron en los próximos elementos de análisis.

Como base del cálculo, advirtieron que la distancia que el sabio florentino, Toscanelli, estimaba entre la costa de Europa y la de Asia era en dirección este de 230 grados y en dirección oeste de 130 grados.

Era evidente que el globo terráqueo considerado por el ideólogo que impulsó a Colón a descubrir una nueva ruta hacia las especias era mucho menor que el real.

—Habría que pasar las anotaciones originales que tenemos de Colón a una escala real, basada en las dimensiones exactas de la Tierra —expuso Oliver.

—Tengo que decirte que tenemos disponibles las medidas exactas del globo terráqueo, con precisión milimétrica, tomadas por los últimos satélites —afirmó Ronald.

—De acuerdo. El único problema es reproducir la escala utilizada por Colón, situar en ella las anotaciones de su puño y letra, y traspasarlas a las coordenadas actuales. Cuanto más precisas sean, mejor localizaremos el pecio.

Utilizó sus conocimientos de esta parte de la historia colombina para extraer de su mente datos de utilidad. Nunca antes se había alegrado tanto de la preparación de sus clases en la universidad. Aun así, su comprensión de la materia no llegaba tan lejos como para poder resolver un tema de esa complejidad.

De nuevo recordó que tenía conexión directa al otro lado del océano con uno de los mayores expertos en temas colombinos. Teniendo en cuenta la diferencia horaria, calculó que su tío Tomás estaría saliendo de la cama en ese momento, dado que en Madrid estaba amaneciendo.

—Hola, Tomás, soy Andrés, desde Panamá. Tengo preguntas que hacerte sobre Toscanelli y Colón. Uno de tus temas preferidos. ¿Te atreves a solventar mis dudas?

Le narró todo lo ocurrido, y le recordó la especial referencia que Toscanelli dio al Almirante sobre la dimensión del globo terráqueo.

Su tío comenzó explicándole que a pesar de que la gente creía que Colón descubrió que el mundo era redondo, había conocimientos anteriores que exponían esta teoría.

—Por favor, Tomás, al grano —solicitó el sobrino.

—Ya, perdona, es que me apasiona tanto el tema…

Tomás Oliver explicó que está demostrado que Colón no creyó a su amigo Toscanelli en el aspecto de las distancias, sino que, al contrario, adoptó hipótesis muy personales.

—Toma de él la idea plasmada en su mapa, según la cual el Mar Océano separa la península Ibérica de Catay y Ciamba, con la gran isla de Cipango, Japón, en medio. Pero en ningún caso acepta el cálculo de la longitud, que considera menor que la estimada por el florentino.

—¿Sabes en qué medida?

—En un cuarto, es decir, un veinticinco por ciento menos. Toscanelli piensa que una legua son tres millas, y para Colón una legua equivale a cuatro millas.

—¡Eres un santo bendito! —exclamó el menor de los Oliver—. Con esto podemos resolver el entuerto.

—Lamento decirte que esto no te soluciona el problema. Déjame explicarte cómo orientarlo.

»El Almirante obtuvo muchos datos en sus años de navegación que le sirvieron para elaborar su proyecto de búsqueda de una nueva ruta a las Indias. Con toda esta información desarrolló su propia teoría sobre la dimensión de la Tierra. Le interesaron especialmente las ideas de los sabios árabes, según las cuales una milla equivalía a algo menos de dos mil metros, mientras que en esa época, la milla italiana equivalía a mil quinientos.

»En cualquier caso, si tomásemos en cuenta la milla árabe, el ecuador del globo terráqueo mediría unos cuarenta mil kilómetros, que es aproximadamente la medida real, mientras que para Colón, con su especial milla colombina, el ecuador alcanzaría los treinta mil kilómetros. Es decir, un veinticinco por ciento menos.

—¿Quieres decir que debería aumentar un veinticinco por ciento las anotaciones de su libro?

—Exacto. Pero de todas formas, creo que para tu objetivo sería mucho más preciso, incluso matemáticamente perfecto, que cogieras las distancias del primer viaje colombino anotadas en el diario de a bordo del Almirante, reprodujeras digitalmente la derrota, y comparases los resultados con los reales. Con eso, obtendrías un dato más preciso.

—Eres increíble. A veces pienso que lo sabes todo sobre el Gran Almirante.

—No. Todo no. No tengo ni idea de lo que quiso decir Colón con su misteriosa firma. Si te enteras, me lo cuentas.

—Serás el primero en saberlo. Te lo prometo.

Como pudo, trató de despedirse de su tío, que intentó en repetidas ocasiones obtener una idea completa de la investigación que estaban llevando a cabo.

La prisa de Oliver por concluir la conversación tenía motivos evidentes. Los cálculos llevarían, en el mejor de los casos, varias horas, y luego tendrían que aplicarlos a cada una de las anotaciones originales. La opción de ir a dormir sin saber si la propuesta de Tomás iba a dar resultado no les convencía. Por unanimidad, decidieron seguir trabajando hasta completar el proceso.

El tratamiento de la información del diario de a bordo y su comparación con las distancias reales llevó más tiempo del esperado. Había que computar cada uno de los datos y convertirlos a la nueva medida, por lo que la introducción en el sistema que habían desarrollado fue más laboriosa de lo previsto. Al amanecer, el equipo de investigación ofrecía una imagen lamentable, y daba visibles muestras de extenuación. El escenario que les acompañaba era fiel reflejo de la intensa noche de trabajo. Multitud de papeles y planos aparecían esparcidos por todas partes, y los vasos de la máquina de café ocupaban los espacios libres entre ellos.

Por fin, Oliver anunció al equipo que el ordenador central estaba listo para el cálculo definitivo.

El procesamiento terminó y la pantalla ofreció una imagen inesperada.

Las localizaciones anteriores, centenares, se fundieron en un único punto.

Se miraron unos a otros sin decir palabra. Después de un primer intento fallido, nadie imaginaba que la nube de puntos se iba a convertir en un lugar concreto.

El primero que recuperó el habla fue el aventurero John Porter.

—Creo que sé dónde está exactamente ese punto —afirmó sin mover los ojos de la pantalla.

—Pues escúpelo —exigió Ronald desde el otro lado de la sala.

—Está en el extremo norte de Playa Blanca, en pleno Parque Nacional de Portobelo, dentro del Estado de Panamá. Es decir, no muy lejos de aquí.

*

En la recepción del hotel le indicaron que la mujer seguía en su habitación. Oliver se decidió a llamarla para ver cómo se encontraba y preguntarle por los planes que tenía a partir de ahora. Entendía el estado de Altagracia, habida cuenta de su especial relación con los profesores dominicanos. Por eso, esperaba cualquier reacción de ella, porque de una forma u otra, tenía importantes razones para investigar el interés tan extraordinario que tenían doña Mercedes y sus amigos en este caso.

¿Hasta qué punto estaban implicados? ¿Tendrían ellos algo que ver con el robo de los restos?

Utilizó el teléfono interior del hotel para comunicarse con ella. El tono de su voz no le sorprendió.

—Mal. No he dormido en toda la noche. No he podido dejar de pensar en todo esto. ¿Cómo os ha ido a vosotros?

—Sensacional. Ya tenemos las coordenadas exactas. Ha sido una velada apasionante, y ahora vamos a dormir un poco para reunimos después de comer y diseñar el plan de acción. ¿Qué vas a hacer tú?

—No lo sé. Tengo muchas dudas —contestó la mujer.

—¿Quieres que hablemos? —propuso el hombre.

—Sí, sube por favor.

*

En las primeras horas del día, la lluvia no cesaba de caer. El cielo presentaba el mismo color gris oscuro del día anterior, presagiando otra jornada de aguaceros intensos. La llegada del equipo había sido vigilada desde un coche estacionado en las inmediaciones del hotel, y no les habían perdido de vista en ningún momento. La posibilidad de entrar en el edificio de la XPO Shipwreck Agency se presentaba complicada, porque guardas de seguridad americanos con sofisticados instrumentos de vigilancia estaban apostados día y noche dentro y fuera del edificio.

Además, las armas que portaban esos vigilantes hacían pensar que entrar en el edificio no era la mejor opción.

En consecuencia, les habían ordenado seguir observando.

*

Oliver entró en la habitación de la dominicana. Los ojos de la mujer delataban que no había sido una noche fácil para ella. La decepción producida por personas de la calidad moral de su mentora y sus compañeros tenía diferentes vertientes. Para empezar, ella siempre había querido alcanzar una posición similar a la de su profesora en su trayectoria profesional. Si bien la política dominicana le ofrecía atractivos interesantes donde desarrollar sus ideas en el campo social y cultural, su ambición más profunda era llegar a ser una reputada profesora e investigadora que pudiese algún día ganar la fama y distinción que concede la reducida élite intelectual de su país. Ciertamente, ella no tenía ambiciones similares a las del resto de los compañeros de su partido político en Santo Domingo, que trabajaban por y para sí mismos, buscando un lucro personal ilimitado.

Su plácida infancia, la estabilidad económica que le habían proporcionado los negocios de su padre y la educación que afortunadamente había podido recibir suponían para ella suficientes motivos de felicidad. Por eso, le repugnaba que detrás de todo esto pudiese aparecer, como telón de fondo, una desmedida ambición económica y la búsqueda de recompensas fáciles.

Así, las fotos que había visto, el engaño de su mentora, le rompía muchos referentes que ella tenía de cara a su felicidad futura.

¿Podía haber explicación para la trampa de la que había sido objeto? Ciertamente no.

Volver a Santo Domingo o continuar en la misión que le habían encomendado suponían las dos opciones que se le presentaban ahora y de las cuales tenía que elegir una de forma inmediata.

El español le había caído bien desde el principio, aunque habían tenido algunos momentos de tensión. Un hombre agradable como Andrés, inteligente y con un profundo sentido del deber, tenía suficientes atributos para confiar en él. Sin embargo, a pesar de sus continuas advertencias sobre mantener la discreción en el caso, ella había confiado una y otra vez en su mentora, haciéndole partícipe de todos los logros alcanzados, y ésta le había fallado.

Por eso, le debía una explicación al español.

—No creo que tengas que explicarme nada —le susurró Oliver a una mujer que casi no podía sacar palabras de su interior.

—Imagino que te he decepcionado. Nunca hubiera imaginado una situación como ésta. Hice caso omiso de tus advertencias y casi arruino todos los avances que hemos logrado.

—A veces pasa. En este mundo, saber de quién te puedes fiar y de quién no es muy complicado.

—Pero yo a ella la conozco desde hace muchos años. Me ha guiado en numerosas ocasiones para llegar a donde he llegado, y ser hoy quien soy —dijo la mujer.

—Sí, pero por alguna razón tú has confluido en su vida en algún tema que ella tiene por objetivo. La verdad es que es un asunto extraño. ¿Qué interés puede tener doña Mercedes en toda esta historia?

—Ojalá lo supiera.

—Pero no lo sabes, y ella te ha engañado. Sigue tu vida y encuentra nuevos horizontes. Siempre hallarás personas que puedan ser referentes para ti.

—Gracias, Andrés. Quiero reconocer tu confianza y tu apoyo. Desde el principio me avisaste y yo no te escuché. Estuve ciega.

—Lo comprendo. No te preocupes. Si no fuera por ti, ten por seguro que no estaríamos aquí. Tu aportación al caso es excelente. Tu país te debe mucho.

El mar de confusiones que llenaba su cabeza le hizo buscar refugio en los brazos del hombre.

*

John Porter había decidido no dormir. Continuó trabajando en la localización exacta del punto que el potente ordenador había determinado. No tenía ninguna duda de que él había buceado allí en varias ocasiones, si bien de eso hacía muchos años. Ahora, con los modernos sistemas de rastreo basados en las más avanzadas tecnologías que había podido comprar al amparo de la gran inyección de capital que había realizado Richard Ronald, albergaba grandes esperanzas. Si el pecio se encontraba allí, lo iba a rescatar.

Revisó sus notas una y otra vez para encontrar detalles de las últimas veces que buceó en Portobelo. Con la información que tenía, recordó que aquella zona siempre le había parecido un área potencial relevante, que había despertado en él fuertes sensaciones, a veces inexplicables.

Estos pensamientos trajeron a su mente la imagen del lugar, y la idea de que Playa Blanca, en la costa caribeña de Panamá, en la provincia de Portobelo, tiene un pequeño pueblo. No había ninguna duda. El Almirante había navegado a lo largo de esa costa en 1502. Él mismo lo decía en sus escritos, y así lo corroboraban otros exploradores, como su propio hijo, Hernando, que le había acompañado en aquel arriesgado viaje. Otros descubridores españoles, como Diego de Nicuesa, habían visitado aquella zona unos años después y construido un asentamiento permanente no muy lejos de allí.

Era probable, pensaba John Porter, que, cerca de Portobelo o en su entorno, estuviese el primer asentamiento en tierra firme continental, fruto de los viajes colombinos.

¿Cómo no lo había tenido en cuenta?

*

Oliver la estrechó entre sus brazos y trató de tranquilizarla. La mujer continuaba llorando cuando logró sentarla para hablar sobre las posibilidades que se abrían ahora.

La serenidad y, sobre todo, tomar decisiones adecuadas eran elementos fundamentales en ese momento. El español trató de buscar dentro de sí para ordenar ideas y orientar la complicada relación de la dominicana con su mentora para que algo tan negativo como lo que había sucedido pudiese ser utilizado en el caso. De alguna forma, las fotos que les había mostrado el americano suponían una pista que debían analizar en cuanto pudiesen. Por eso, Altagracia tenía que jugar en el futuro un papel fundamental en la resolución del intrincado misterio de la desaparición de los restos del Descubridor.

—Creo que debemos analizar qué es lo mejor ahora para ti y para la investigación —le dijo Oliver.

—Tienes razón. Bueno, cuéntame antes cómo ha ido la localización y el resultado de la búsqueda —solicitó la mujer, tratando de reponerse.

—Hemos tenido una intensa noche de trabajo y hemos logrado identificar con bastante precisión dónde se hundió La Vizcaína. Durante la comida de hoy haremos un plan de trabajo para el rescate del pecio. Va a ser muy interesante.

—Sí, pero yo tengo que volver a Santo Domingo e investigar qué tienen que ver los profesores con el robo de los restos. Esta parte me concierne a mí personalmente. Te prometo que lo voy a resolver yo sola.

—Bien, tú decides. La otra posibilidad es que permanezcas aquí y cuando veamos lo que sacamos del mar volvamos juntos a tu país.

—Te agradezco el ofrecimiento, Andrés. No obstante, no sé qué puedo aportar yo aquí. Ya estáis vosotros. Yo debo volver a la República Dominicana y ordenar mis ideas, mientras busco algunas cosas que nos pueden ser útiles. Allí os esperaré.

Pensó por unos instantes la propuesta de la mujer. En el fondo, tenía razón.

*

John continuó trabajando toda la mañana para preparar la inmersión con las mejores condiciones posibles. Mientras pedía información de las condiciones meteorológicas que podrían encontrar en la zona en los próximos días y solicitaba el correspondiente permiso de las autoridades panameñas, buscó información histórica sobre el entorno de Playa Blanca y del Parque Nacional de Portobelo.

Leyó que el primer asentamiento fue levantado unos años después de la llegada de Colón. Fue Balboa quien decidió, por distintas razones, ubicar el nuevo pueblo en la desembocadura del río Darién, lejos de allí. Pero, tiempo después, aquella zona no había conseguido prosperar debido a la dureza del clima, y especialmente a las tempestades que azotaban toda el área constantemente.

En ese momento, John Porter recibió el parte del instituto meteorológico para los siguientes cinco días.

Aportaba buenas y malas noticias.

Por un lado, las dos siguientes jornadas verían una mejoría del tiempo, porque el huracán Vince lanzaba ahora sus fuertes vientos contra la costa venezolana. Pero por otro lado, la trayectoria prevista del ojo de la perturbación atmosférica apuntaba hacia algún lugar entre Panamá y Costa Rica.

Con los datos obtenidos sobre la localización del pecio, y a la vista del informe de meteorología, John Porter no tenía ninguna duda de que había que iniciar la expedición de forma inmediata. Así se lo propondría a Richard Ronald y al resto del equipo.

*

El almuerzo en el hotel Sheraton se celebró como estaba previsto.

Dos noticias circulaban entre los asistentes a la comida. La primera, que el equipo de submarinismo estaba preparado para iniciar la búsqueda a la mañana siguiente, con lo cual tendrían que viajar a Portobelo esa misma tarde. La segunda, que sólo algunos comprendieron, la anunció Altagracia. Esa misma tarde volaba a Santo Domingo, tras saber que los vuelos de Copa Airlines habían previsto reabrir la ruta hacia República Dominicana, ya que la trayectoria del huracán Vince estaba retrocediendo hacia Venezuela.

Entre los sorprendidos se encontraba su compatriota, que no daba crédito a lo que había oído. Cuando asimiló el anuncio, su primera reacción fue volver con ella. No obstante, unos segundos más tarde, comprendió que su papel era otro, porque alguien tenía que representar y velar por los intereses de su país en la importante expedición que se iba a organizar esa misma tarde. Con el corazón roto, después de tantos días juntos, Edwin deseó suerte a su compañera de aventura.

*

La atmósfera entre los asistentes había mejorado por los buenos resultados del trabajo de la noche anterior. Incluso Ronald parecía feliz después de la intensa velada, a pesar de su estado de salud. Una enorme sonrisa mostraba su satisfacción al sentirse cerca del hallazgo más importante de su vida, algo por lo que llevaba luchando decenas de años. De hecho, la excitación no le había dejado dormir durante el día, en las horas que habían decidido descansar tras el gran descubrimiento de la posible localización de la nao hundida.

John Porter mostró también su profundo gozo por el inminente rescate de la nave, pero ofreció a continuación una visión muy derrotista de sus resultados anteriores, desarrollados en los últimos diez años, como si él tuviese la culpa de no haber encontrado el pecio antes. Fruto del estado de exaltación y del vino de la comida, prometió recuperar el barco colombino y rescatar su contenido, sin ningún lugar a dudas.

Quizá por ello, obvió comentar la delicada previsión del tiempo en toda la zona de actuación.

*

El hall del hotel presentaba a las cinco de la tarde un aspecto caótico. Fuera, el tiempo había mejorado y el sol lucía tímidamente por primera en muchos días. Esta circunstancia fue aprovechada por muchos turistas, que decidieron dejar el hotel y buscar plaza en algún vuelo hacia otro destino para completar sus vacaciones, o bien de vuelta a sus casas.

Ronald y sus hombres lucían grandes sonrisas, en previsión de unos resultados que llevaban esperando muchos años.

Edwin mostraba el semblante más negativo de todo el grupo. No entendía la partida de su compañera, y lamentaba no poder acompañarla. Incluso había intentado, mediante una llamada a su jefe, el director nacional de policía, la posibilidad de acompañar a la mujer a Santo Domingo para volver al día siguiente a Panamá. La negativa había sido inmediata, ya que de ninguna forma podía abandonar la expedición debido a la recompensa pactada por los posibles logros.

Altagracia logró acercarse al dominicano para expresarle su agradecimiento y apoyo en todo lo acontecido en las últimas semanas.

De nuevo, lo precipitado de la situación hizo que Edwin no pudiese encontrar un momento apropiado para expresar a su compatriota sus sentimientos. Esto le partió en dos mitades el alma.

El viaje por varios países en las últimas semanas con una persona como ella había hecho que se enamorase sin límites. No poder exteriorizar ese sentimiento le dejaba en un estado cercano a la frustración. Como pudo, sacó de su interior la alegría que todos los dominicanos llevan dentro y pensó que ya tendría tiempo de reconducir la relación entre ambos en los próximos días, una vez volviese a su país.

Un simple beso cerró por el momento el asalto al corazón de la dominicana.