Como siempre, agradezco a mi esposa, Patricia, su paciencia y su amor incondicional. Es lo único seguro que tengo en la vida.
También y como adelanto en las primeras páginas, a mi familia. Puede parecer que haya algo de mí en esta novela y que pueda expresar algún sentimiento negativo pero nada más lejos de la realidad. No siento más que amor por ellos y, sobre todo, por mis padres que hoy me acompañan: Antonio y Coral.
Y por último a mis amigos, a los que considero también, o incluso con más razón, mi familia.
A los editores que han confiado en mí y en esta novela de sentimientos; a Isabel López-Ayllón, que me ha aportado su profesionalidad y su positivismo.
A mis amigos escritores, por animarme a seguir escribiendo. No voy a cometer el error, en que tantas veces caigo, de mencionarlos uno a uno, porque siempre me dejo a alguno y no me gustaría obviar a algún amigo, escritor o no.
Y, sobre todo, a mis lectores. Espero que este cambio de registro no los sorprenda en exceso y, aunque esta vez no hay ni una palabra de historia en estas páginas, espero que mi pequeña fábula les haya secuestrado, les haya emocionado y les haga preguntarse si podemos hacer algo para contribuir a, al menos, ralentizar el daño que estamos haciendo al planeta.
A los amigos de foros literarios, críticos, webs literarias, blogs y, en general, a cuantos me siguen y expresan en público su opinión sobre mis novelas.
Como siempre digo, mientras me sigáis insuflando esa fuerza que me lleva a escribir, y continuéis aguantándome, por mi parte prometo seguir esforzándome por llegar a escribir como os merecéis.