Nuestra presencia en este planeta es efímera, unos pocos años dentro de una existencia de casi cinco mil millones. Y, sin embargo, nuestra capacidad para alterar la Tierra es inmensa, desproporcionada, en comparación a nuestra insignificante vida sobre ella.
Soy un fiel seguidor de todas las novelas de Santiago Morata y tras compartir presentaciones, conferencias y vivencias comunes en el mundo literario, lo considero ya como un amigo. Por ello, cuando Nowtilus me pidió que redactara el prólogo de esta novela, sentí una enorme alegría y, al mismo tiempo, una gran responsabilidad. Tenía mucho interés en leer su nuevo trabajo escrito en un género diferente al habitual, este cambio demuestra su audacia y capacidad literarias. Estaba convencido de que sería una historia apasionante, repleta de sorpresas, emocionante y con una alta calidad literaria, que no sólo ha colmado mis expectativas, sino que las ha rebasado ampliamente.
Esta novela ha activado todos los resortes de mi imaginación hasta límites insospechados. Aun después de leerla siento ese pálpito, esa perplejidad y esa consternación al imaginarme viviendo en el mundo que describe.
Es fácil figurarse en ese futuro apocalíptico que narra de forma magistral Santiago Morata. Esas ciudades derruidas, formadas por un mar de escombros, los continuos desastres naturales, un mundo que se precipita hacia su final, víctima de los excesos de los hombres y de la dependencia tecnológica.
He de confesar que soy un cinéfilo empedernido, y me sorprende la visualidad de esta novela, la forma en que esboza cada escena como si estuviera viéndola en la gran pantalla. Y me imagino esta aventura llevada al celuloide junto a películas tan míticas como La fuga de Logan o El planeta de los simios.
¿Cuál es el futuro de la humanidad? ¿Es realmente posible que el cielo deje de ser azul? No lo sé, y sin embargo, leyendo esta novela me imagino esa rojiza pátina de maldad tapando el sol, marchitando plantas y matando animales. Y también a esas oscuras nubes castigando los pecados del hombre con una lluvia asesina. Y las sacudidas violentas y esas enormes piedras de granizo que caen como lanzadas por dioses enfurecidos.
Tampoco es difícil imaginarse a los oscuros dioses de la noche eterna en una cueva insondable, donde sobreviven los hombres, engañados y asustados.
A mí, como a uno de esos hombres de la cueva, me gustaría creer en terribles monstruos que nos amenazan y castigan, pero tengo la certeza de que el mayor monstruo que hay sobre la faz de la Tierra es el hombre. Su ego implacable y egoísta, que elude los avisos y los preludios, todas las advertencias y oportunidades de revertir el daño que hacemos a nuestro planeta. Por ello, a consecuencia de nuestros actos, se revela una naturaleza rebelde y vengativa, con vida propia y un terrible odio hacia el hombre.
A esta reflexión que plantea esta magnífica novela hay que unir la trepidante trama y un peligroso viaje por un oscuro futuro. De esta manera, en forma de un excelente relato de aventuras, con una innovadora estructura narrativa y a través de flashbacks, logramos meternos en la piel de sus personajes y sentir su mundo. Al fin y al cabo eso es la literatura, un medio que nos permite vivir otras vidas, viajar a otros lugares y épocas.
Las fabulosas y visuales descripciones de un mundo naciente y otro en descomposición son esenciales a la hora de introducirnos en la historia. Uno de los temas que más me ha llamado la atención, ha sido el tratamiento del mundo de los sueños. Resultaba paradójico tener la conciencia cierta de estar soñando, a mí me ha sucedido alguna vez, igual que a algunos de los personajes de esta novela; y, al igual que ellos, he sufrido un miedo irracional. Estoy convencido de que los sueños encierran secretos que el hombre todavía no ha podido descifrar.
La mayoría de las veces, no recordamos nada de nuestros sueños, o los olvidamos nada más levantarnos, pero en remotas ocasiones, los retenemos en nuestra mente. ¿Por qué? Quizás la razón sea que esos sueños son diferentes y lo que sucede en ellos tenga mucho más que ver con la realidad de lo que nosotros mismos creemos.
Esa mezcla entre lo onírico y lo real, tan difícil de manejar, gracias a la hábil pluma de Santiago Morata se convierte en un excelente vehículo de comunicación.
Una novela que une el sentido puro del entretenimiento, con reflexiones de amplio calado filosófico sobre la naturaleza humana y nuestros actos. Consideraciones que nunca son impuestas, sino que fluyen de manera natural en una adictiva narración. Y esto es lo realmente meritorio de Santiago Morata, unir estos dos mundos en una única y brillante obra.
Luis Zueco
Escritor