Kiz Rider iba casi por la mitad del expediente cuando Bosch volvió con la segunda tanda de cafés. Le cogió una taza de las manos antes de que Harry las dejara en la mesa.
—Gracias, necesito algo para mantenerme despierta.
—¿Qué? ¿Vas a quedarte ahí sentada y vas a decirme que esto es aburrido comparado con el papeleo de la oficina del jefe?
—No, no es eso. Es sólo por la puesta al día, la lectura. Hemos de conocer este expediente de cabo a rabo. Hemos de estar alerta a las posibilidades.
Bosch se fijó en que ella tenía un bloc junto al expediente del caso y que la página superior estaba prácticamente llena de notas. No podía leerlas, pero vio que la mayoría de las líneas terminaban con un signo de interrogación.
—Además —agregó Rider—, ahora uso unos músculos diferentes. Músculos que no usaba en la sexta planta.
—Entiendo —dijo él—. ¿Está bien si empiezo ahora detrás de ti?
—Adelante.
Rider abrió las anillas de la carpeta y sacó un fajo de documentos de cinco centímetros de grosor que ella ya había leído. Se lo pasó a Bosch, que se había sentado a su escritorio.
—¿Tienes otro bloc como ese? —preguntó—. Yo sólo tengo una libretita.
Rider suspiró de manera exagerada. Bosch sabía que sólo era una actuación y que estaba contenta de que volvieran a trabajar juntos. Rider había pasado la mayor parte de los últimos dos años evaluando políticas de actuación y problemas para el nuevo jefe. Ese no era el trabajo real de policía en el que ella destacaba realmente. Este sí.
Kiz deslizó un bloc por la mesa hacia Bosch.
—¿También necesitas un boli?
—No, creo que de eso puedo ocuparme.
Bosch colocó los documentos delante de él y empezó a leer. Estaba listo para empezar y no necesitaba café para estar bien despierto.