La rampa de entrada a la autovía Ronald Reagan de Tampa Avenue estaba cerrada y el tráfico era desviado por Rinaldi hasta la entrada de Porter Ranch Drive. Todo el acceso a la autovía estaba obstruido por vehículos oficiales de la policía. La División de Investigaciones Científicas del Departamento de Policía de Los Ángeles, la Patrulla de Autopistas de California y la Oficina del Forense estaban representadas, junto con miembros de la unidad de Casos Abiertos. Abel Pratt había hecho llamadas y había facilitado las cosas para que la unidad asumiera el caso. Puesto que el asesinato de Roland Mackey se había producido en la entrada de una autovía estatal, el caso técnicamente pertenecía a la jurisdicción de la Patrulla de Autopistas de California. Sin embargo, la patrulla de autopistas estaba más que satisfecha de cederlo, sobre todo porque la muerte era vista como parte de una investigación en curso del Departamento de Policía de Los Ángeles. En otras palabras, se iba a permitir que el departamento limpiara su propia basura.
El jefe del cuartel local de la PAC ofreció su mejor experto en accidentes de la brigada, y Pratt aceptó la oferta. Además, Pratt había reunido algunos de los mejores profesionales de que podía disponer el departamento, todo ello en plena noche.
Bosch y Rider pasaron la mayor parte del tiempo de la investigación de la escena del crimen sentados en la parte de atrás del coche de Pratt, donde fueron interrogados en profundidad por su superior y después por Tim Marcia y Rick Jackson, que fueron llamados a sus casas para dirigir la investigación de la muerte de Mackey. Puesto que Bosch y Rider habían de algún modo tomado parte de algunos de los acontecimientos y eran testigos de otros, se determinó que no podían ser los encargados del caso. Se trataba de una formalidad técnica, pues estaba claro que Bosch y Rider iban a seguir con la investigación del caso Verloren, y al hacerlo obviamente perseguirían al asesino de Roland Mackey.
Alrededor de las tres de la mañana los investigadores forenses se reunieron con los detectives de homicidios para repasar la información recopilada hasta entonces. El cadáver de Mackey acababa de ser sacado de debajo del camión y la escena había sido fotografiada, grabada en video y dibujada a conciencia. Ya se consideraba una escena abierta y todos podían caminar con libertad por ella.
Pratt pidió al investigador de la PAC, un hombre alto llamado David Allmand, que empezara. Allmand utilizó un puntero láser para delinear las marcas de neumáticos en la carretera y la gravilla que a su entender estaban relacionadas con la muerte de Mackey. También señaló la parte trasera del camión grúa, donde habían dibujado con tiza círculos en torno a varios arañazos, abolladuras y golpes en la pesada puerta de acero. Su conclusión era la misma a la que habían llegado Bosch y Rider al cabo de segundos de encontrar a Mackey. Había sido asesinado.
—Las marcas de los neumáticos nos dicen que la víctima detuvo el camión grúa en el arcén, a unos treinta metros al oeste de este punto —explicó Allmand—. Probablemente lo hizo para esquivar al vehículo averiado. El camión grúa retrocedió después por el arcén hasta esta posición de aquí. El conductor puso la transmisión en bloqueo y echó el freno de mano antes de salir del camión. Si tenía prisa, como indica parte de la información secundaria, podría haber ido directamente a la parte de atrás para bajar el material de arrastre. Fue entonces cuando lo embistieron.
»El coche averiado obviamente no estaba averiado. El conductor pisó a fondo el acelerador y arrancó, arrollando al conductor del camión contra la parte posterior de su vehículo y el gancho de la grúa. Para preparar la maniobra, la víctima se habría inclinado para soltar el gancho. Probablemente estaba haciendo eso cuando fue golpeado, lo cual explicaría las heridas en la cabeza. Golpeó de cara en el gancho. Hay sangre en el brazo del gancho.
Allmand hizo un barrido con la luz roja del láser sobre el engranaje del gancho de la grúa para ilustrar su explicación.
—El coche retrocedió —continuó el investigador—. Y eso es lo que provocó las marcas estriadas de los neumáticos en el asfalto. Luego aceleró para un segundo golpe. La víctima probablemente ya había recibido una herida fatal del primer impacto, pero seguía con vida. Es probable que cayera al suelo después del primer golpe y con sus últimas fuerzas se metiera debajo del camión para evitar un segundo impacto. Y por supuesto, la víctima sucumbió a sus heridas mientras estaba debajo del camión.
Allmand hizo una pausa para permitir que le plantearan preguntas, pero su intervención fue acogida con un macabro silencio. A Bosch no se le ocurrió ninguna pregunta. Allmand concluyó su informe señalando dos líneas de neumáticos hechas en la gravilla y el asfalto.
—La rueda del vehículo que golpeó no es muy ancha —dijo—. Eso reducirá algo las posibilidades. Probablemente será un coche de importación. He tomado medidas, y en cuanto consulte los catálogos de los fabricantes podré elaborar una lista de los coches que pueden haber dejado estas marcas. Se lo comunicaré.
Al ver que nadie decía nada, Allmand usó su láser para rodear una pequeña mancha de aceite en el asfalto.
—Además, el vehículo que golpeó perdía aceite. No mucho, pero sí resulta importante para que un fiscal sepa cuánto tiempo esperó aquí el asesino a la víctima, podríamos cronometrar la filtración una vez que se recupere el vehículo y obtener una estimación del tiempo que habría hecho falta para dejar aquí esta pequeña mancha.
Pratt asintió.
—Es bueno saberlo —dijo.
Pratt le dio las gracias a Allmand y solicitó al ayudante del forense, Ravi Patel, que expusiera su informe del examen preliminar del cadáver. Patel empezó enumerando las múltiples fracturas óseas y heridas que resultaban obvias tras un examen externo del cadáver. Explicó que el impacto probablemente fracturó el cráneo de Mackey, le aplastó la órbita de su ojo izquierdo y le dislocó la mandíbula. Las caderas y el costado izquierdo del torso de la víctima se aplastaron. El brazo y el muslo izquierdos también estaban rotos.
—Es probable que estas heridas se produjeran en un impacto inicial —dijo—. La víctima probablemente estaba de pie y el impacto provino del lado trasero derecho.
—¿Podría haber conseguido meterse debajo del camión? —preguntó Rick Jackson.
—Es posible —respondió Patel—. Hemos visto que el instinto de supervivencia permite a la gente hacer cosas increíbles. No lo sabré hasta que lo abra, pero lo que solemos ver en casos como este es que la compresión perfora los pulmones. Los pulmones se llenan de sangre. Tarda un poco. Podría haber reptado a lo que creía que era un lugar seguro.
«Y ahogarse en el arcén de la autopista», pensó Bosch.
El siguiente en exponer su informe fue el investigador jefe de la División de Investigaciones Científicas, que resultó ser el hermano de Ravi Patel, Raj. Bosch conocía a ambos de casos anteriores y sabía que los dos estaban entre los mejores.
Raj Patel expuso los aspectos esenciales de la investigación de la escena del crimen e informó de que los esfuerzos de Mackey para salvar su vida al meterse debajo del camión podrían en última instancia permitir a los investigadores capturar a su asesino.
—El segundo impacto en el camión se produjo sin el cuerpo como parachoques, por así decirlo. Fue metal contra metal. Tenemos transferencia de metal y pintura y hemos recogido diversas muestras. Si encontramos el vehículo del asesino, podremos relacionarlo con el caso con un ciento por ciento de precisión.
Bosch pensó que era rayo de luz en medio de tanta oscuridad.
Después de que Patel concluyera su informe, los reunidos en la escena del crimen empezaron a dispersarse. Los investigadores se encaminaron a cumplir diversos cometidos que Pratt quería llevar a cabo antes de que toda la unidad se reuniera en el Pacific Dining Car a las nueve de la mañana para discutir el caso.
A Marcia y Jackson se les asignó el registro del domicilio de Mackey, lo cual implicaría despertar a un juez y conseguir que firmara una orden judicial, porque Mackey compartía la casa con William Burkhart, y Burkhart era un posible sospechoso en el asesinato. La casa —en la cual se presumía que estaba Burkhart— se hallaba bajo vigilancia en el momento en que Mackey fue interceptado en la autovía. Sin embargo, Burkhart podía haber enviado a alguien a ejecutar el asesinato y era visto como sospechoso hasta que se le eximiera de implicación.
Una de las primeras llamadas que Bosch y Rider habían hecho después de encontrar a Mackey debajo del camión grúa había sido a Kehoe y Bradshaw, los dos detectives de Robos y Homicidios que vigilaban la casa de Mariano Street. Ellos inmediatamente entraron en la casa y pusieron bajo custodia a Burkhart y a una mujer identificada como Belinda Messier. Ambos estaban esperando para ser interrogados en el Parker Center, y Bosch y Rider consiguieron ese encargo de Pratt.
Sin embargo, al volverse para subir por la pendiente de la salida de la autovía hacia el coche de Rider, Pratt les pidió que esperaran. Se acercó a ellos y les habló de modo que no pudiera oírles nadie más presente en la escena del crimen.
—Supongo que no hace falta que os diga que van a saltar chispas con esto —advirtió.
—Lo sabemos —dijo Rider.
—No sé qué forma tomará la investigación, pero creo que podéis contar con que la habrá —dijo Pratt.
—Estaremos preparados —dijo Rider.
—Puede que queráis hablar de eso de camino al centro —propuso Pratt—. Para asegurar que todos estamos en la misma sintonía.
Bosch sabía que Pratt les estaba diciendo que cuadraran sus historias para que pudieran ser presentadas al unísono y del modo en que mejor les sirviera, incluso si eran interrogados por separado.
—No se preocupe —dijo Rider.
Pratt miró a Bosch y después apartó la mirada, dirigiéndola de nuevo al camión grúa.
—Lo sé —dijo Bosch—. Soy un novato. Si alguien ha de cargar con la culpa por esto, seré yo. No pasa nada. Todo fue idea mía.
—Harry —dijo Rider—. Eso no…
—Era mi plan —dijo Bosch, interrumpiéndola—. Soy el culpable.
—Bueno, quizá no hagan falta culpables —dijo Pratt—. Cuanto antes resolvamos esto mejor para todos. El éxito hace que la basura se marche por el desagüe. Así que encerremos a ese cabrón a la hora de desayunar.
—Hecho, jefe —dijo Rider.
Al subir la cuesta, Bosch y Rider no hablaron.