Capítulo 11

Shooting Star ha sido siempre una banda con un código. —Sentimientos primero, los negocios de segundo— por lo que no le había dado a la banda mucha importancia, no había considerado sus sentimientos o sus resentimientos, acerca de mi larga partida. Imaginé que ellos entenderían mí ausencia sin tener que explicarlo.

Después de salir de mi nube, escribí las primeras 10 canciones, llamé a Liz, quien le organizó a la banda una cenareunión. Durante la cena, nos sentamos alrededor de la Mesa del Club, llamado así porque Liz había tomado esta horrible mesa de comedor de madera de la década de 1970 que encontró en la acera y la cubrió con volantes de la banda y alrededor de mil capas de laca que se asemeja a los del interior de un club.

En primer lugar, me disculpé por ir con Mia. Entonces saqué mi computadora portátil y les puse las grabaciones de las cosas nuevas que había estado escribiendo. Los ojos de Liz y Fitzy se agrandaron. Les colgaba lasaña de verduras delante de la boca al escuchar tema tras tema: Bridge, Dust, Stitch, Roulette, Animate.

—Amigo, pensábamos que estabas encerrado, trabajando en alguna basura y suspirando, pero has sido productivo —exclamó Fitzy—. Esta mierda rockea.

Liz asintió con la cabeza. —Así es. Y es hermoso, también. Debe haber sido catártico— dijo ella acercándose más para apretar mi mano. —Me encantaría leer las letras. ¿Las tienes en tu computador?

—Escritas en papel en la casa. Voy a trascribirlas y enviártelas por correo electrónico.

—¿Casa? ¿No es esta tú casa? —preguntó Liz—. Tú habitación es un museo sin tocar. ¿Por qué no vuelves?

—No hay mucho que mover. A menos que vendas mis cosas.

—Lo hemos intentado. Demasiado polvo. Ningún comprador —dijo Fitzy—. Sin embargo, hemos estado usando tú cama como un perchero. —Fitzy me lanzó una sonrisa de listillo. Había cometido el error de decirle lo que pensaba, me estaba convirtiendo en mí abuelo muerto, con todas sus supersticiones extrañas, como su vehemente creencia que los sombreros en las camas son de mala suerte.

—No te preocupes, vamos a quemar salvia —dijo Liz. Es evidente que Fitzy había alertado a los medios de comunicación.

—Entonces ¿qué es todo esto? —dijo Mike, golpeando sus uñas contra mi portátil.

—Amigo, estas son diez canciones —dijo Fitzy, un trozo de espinaca en su sonrisa gigante—. Diez canciones increíblemente buenas. Esto es prácticamente un álbum. Ya tenemos suficiente para entrar en el estudio.

—Estas son solamente las que ya tengo —interrumpí—. Tengo por lo menos diez más por venir. No sé lo que está pasando, pero son apenas un poco que salen de mí en este momento, al igual que las que ya están escritas y grabadas, como alguien que acaba de presionar play. Lo estoy poniendo todo tan rápido como pueda.

—Obedece a la musa —dijo Liz—. Ella es un amante inconstante.

—Yo no estoy hablando de las canciones —dijo Mike—. No sé si habrá un álbum. Si alguna de las Disqueras todavía nos quiere. Teníamos todo este impulso y el básicamente lo mató.

—Él no mató nada —dijo Liz—. Uno, solo han pasado unos cuantos meses, segundo, nuestro álbum Smiling Simon ha estado desgarrando las listas de éxitos indie, recibiendo toneladas de pedidos en las radios de la Universidad. Y he estado trabajando en el lado de la universidad bastante bien —continuó Liz—. Con entrevistas y todo, para mantener encendida la brasa.

—Y amigo, Perfect World incluso ha cruzado, está sonando en las estaciones de radio por satélite —dijo Fitzy—. Estoy seguro que todos los chicos de A; R estarán encantados de vernos. Cagando ladrillos para oír esto.

—No lo sabes —dijo Mike—. Ellos tienen sus tendencias. Cuotas. Los equipos que quieren Y mi punto es, él. —Me señalo con el dedo—. Deja la banda sin decir ni una palabra y regresa tan fresco como si no hubiera sido la gran cosa.

Mike tenía razón, pero no fue así, no contuve a nadie.

—Mira, lo siento. Todos pasamos por el acantilado algunas veces. Pero podías haberme reemplazado si tú querías. Conseguir un nuevo guitarrista y firmar con el sello discográfico.

Por el rápido vistazo que paso entre los tres, pude ver que esta opción había sido discutida y probablemente vetada por Liz. Shooting Star era un equipo democrático, siempre tomábamos las decisiones juntos. Pero cuando llegaba el momento, la banda era de Liz. Ella empezó y me reclutó a tocar la guitarra después de verme en la ciudad. Entonces había contactado con Fitzy y Mike, por lo que un cambio de personal hubiera sido su llamado. Tal vez esa es la razón por la que Mike había empezado a tocar con otro baterista, bajo el nombre de Ranch Hand.

—Mike, no entiendo que es lo que quieres de todo esto —dijo Fitzy—. ¿Quieres una caja de bombones? ¿Quieres que Adam te de un bonito ramo para decirte que lo siente?

—Vete a la mierda, Fitzy —dijo Mike.

—Te voy a comprar flores —le ofrecí—. Rosas amarillas. Creo que esas simbolizan la amistad. Lo que sea necesario. Voy a hacer lo que dije.

—¿Eso está bien? —continuó Fitzy—. Porque ¿qué carajo, hombre? Tenemos estas increíbles canciones. Ojalá yo las hubiera escrito. Pero lo hizo Adam. Él vino directo. Y lo tenemos de vuelta. Así tal vez ahora podamos volver a hacer buenísima música y a ver a donde nos lleva. Y tal vez, ya sabes, dejar que nuestros niños tengan un poco de alegría en su vida. Así que, amigo. Es pasado.

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Las preocupaciones de Mike resultaron ser sin fundamento. Algunas de las grandes discográficas que nos habían estado cortejando durante el otoño se habían enfriado con nosotros, pero un puñado todavía estaban interesados y cuando nosotros les enviamos los demos de las canciones que se convertirían en Daño Colateral, ellos enloquecieron, y firmamos y estuvimos en el estudio con Gus antes de que nos diéramos cuenta.

Y por un tiempo, las cosas eran buenas. Fitzy y Liz, ambos, tenían razón. La grabación de Daño Colateral fue catártica. Y había alegría. Trabajar con Gus fue intenso, trajo el ruido en nosotros, nos dijo que no tuviéramos miedo de nuestra fuerza bruta y todos corrimos con él. Y fue genial estar en la grabación en Seattle y alojarse en un apartamento corporativo y sentirse como La Mierda. Todo parecía bien.

No mucho tiempo después de que el disco salió, empezó la gira. A cinco meses de sudar tinta a través de América del Norte, Europa y Asia, que, al principio pareció ser la cosa más emocionante en el mundo. Y en el principio lo fue, pero también era agotador. Y pronto estaba cansado todo el tiempo. Y solitario. Había un montón de tiempo vacío, en el cual la echaba de menos. Era el tipo que se encerraba en mi habitación del hotel, en la parte trasera de los autobuses turísticos. Empujé a todo el mundo. Incluso Liz. Especialmente a Liz. Ella no era tonta, sabía lo que estaba pasando. Y por qué. Y ella no era una frágil flor, tampoco. Ella se mantuvo después de mí. Así que me enterró, hasta que, supongo, se cansó de intentar cavar.

A medida que la gira continuaba, el álbum empezaba a ponerse fuera de control. Platino. A continuación, doble disco de platino. Los conciertos se agotaron, por lo que nuestros promotores añadieron otros nuevos para satisfacer la demanda. Los acuerdos de comercialización estaban en todas partes. Camisetas, gorras, carteles, pegatinas, incluso una edición especial del telescopio Shooting Star. De repente la prensa estaba encima de nosotros. Entrevistas todo el tiempo, fue halagador al principio. Las personas se preocupaban tanto por nosotros para leer lo que teníamos que decir.

Pero una cosa extraña empezó a suceder en las entrevistas. El reportero sentaba a la banda abajo en conjunto, algunas preguntas eran superficiales para todos nosotros, y luego al activar el micrófono o la cámara, se enfocaban en mí. Y traté de abrirlo al resto de la banda. Fue entonces cuando la prensa comenzó a solicitar entrevistas sólo conmigo, una petición que rechacé de manera uniforme, hasta que de repente se convirtió en imposible para nosotros hacer entrevistas de otra manera.

Unos cuatro meses en la gira, estábamos en Roma. La revista Rolling Stone había enviado a un reportero a pasar unos días con nosotros. Una noche, después de un show, estábamos cerrando el bar del hotel. Era una escena bastante apacible, y nos sentamos alrededor, descomprimiéndonos, tomando grappa. Pero entonces el reportero comenzó a disparar fuera, todas esas pesadas preguntas. Todo para mí. Quiero decir, había alrededor una docena de nosotros allí, —Liz, Fitzy, Mike, Aldous, los que llevan el equipo, algunas fans y yo— pero este tipo estaba actuando como si fuera la única persona en la habitación.

—«Adam, ¿ves a Daño Colateral teniendo una sola narrativa? Si es así, ¿nos puedes contar sobre él? ¿Crees que este disco representa tú crecimiento como compositor? Adam, has mencionado en otras entrevistas que no quieres caer en el camino oscuro de estrella de rock, pero ¿Cómo evitar ahogarse en tu propio humo?».

Mike perdió el control.

—¡Tú secuestraste la banda! —él me gritó, como si hubiéramos estado sólo nosotros dos en la habitación, como si no hubiera un reportero allí—. No se trata sólo del show de Adam Wilde, ya sabes. Somos una banda. Una unidad. Hay cuatro de nosotros. ¿O vas a olvidar eso, en tú camino al «lado oscuro de estrella de rock»?

—Mike, vamos —interrumpió bruscamente Liz—. Todos los artistas tienen sus rituales.

El reportero, por su parte, estaba garabateando y comiendo hasta que Aldous diplomáticamente dijo que todo el mundo estaba cansado y ahuyentó a todos, pero la banda salió del bar y trató de que Mike y yo hiciéramos las paces. Pero entonces Mike simplemente lo dejó suelto para la segunda ronda de insultos, diciendo que me había convertido en el centro de atención. Mire a Liz para que viniera en mi defensa, pero ella miraba fijamente su bebida. Así que me volví a Fitzy, pero él negó con la cabeza.

—Nunca pensé que sería el que diría esto, pero crezcan, ustedes dos. —Luego se fue. Mire suplicante a Liz. Parecía simpática, pero cansada.

—Mike, estás fuera de sí —dijo ella. Pero luego se volvió hacia mí y sacudió la cabeza—. Sin embargo, Adam, vamos. Tienes que tratar de verlo desde su perspectiva. Para todos nosotros. Es difícil ser grande, especialmente cuando te has retirado de nosotros. Entiendo por qué lo tienes, pero eso no significa que sea fácil.

Todos ellos estaban en mi contra. Agité las manos en señal de rendición. Salí corriendo del bar, extrañamente con lágrimas. En el hall de entrada, esta modelo italiana llamada Rafaella, que había estado colgada con nosotros, estaba esperando un taxi. Ella sonrió cuando me vio. Cuando el taxi llegó, ella hizo un gesto con la cabeza, me invitaba a su interior. Y me fui. Al día siguiente, me registré en un hotel diferente al de la banda.

La historia del éxito en RollingStone.com fue casi de inmediato y en los tabloides a los pocos días. Nuestra discográfica estaba asustada, cuando lo hicieron nuestros promotores, todos estaban como las distintas formas del infierno, no pagarían si no cumplíamos con nuestros compromisos de conciertos. Aldous voló como profesional mediador para hablar conmigo y con Mike. Fue inútil. Su genial idea, un legado que continua hasta nuestros días, es lo que Fitzy lo conoce como «El divorcio». Quería continuar el resto de la gira en un hotel y la banda en otro. Y nuestros publicistas decidieron que era más seguro mantener a Mike y a mí por separado en las entrevistas, por lo que ahora los reporteros a menudo hablan conmigo a solas. ¡Sí los cambios han ayudado mucho!

Cuando regresé de la gira Daño Colateral, casi abandono la banda. Me fui de la casa que había sido compartida con Fitzy en Portland y de mí propia casa. Evité a los chicos. Estaba enojado pero también avergonzado. Yo no sabía cómo, pero claramente lo había arruinado todo. Podría haberlo dejado todo allí, pero Liz paso por mi nuevo lugar una tarde y me pidió que sólo me diera espacio unos meses para respirar y ver cómo me sentía.

—Cualquier persona se pone un poco loca después del par de años que hemos tenido, sobre todo el par de años que tú has tenido. —Había dicho ella, que estaba al tanto de cómo hemos reconocido a Mia—. No te estoy pidiendo que hagas «algo» sólo te estoy pidiendo que no hagas algo y a ver cómo te sientes en unos pocos meses.

Luego, el álbum comenzó a ganar todos esos premios y después me encontré con Bryn y me mudé a Los Ángeles y no tuve que lidiar con ellos mucho, así que sólo terminé siendo absorbido por otra ronda.

Bryn es la única persona que sabe cuán cerca del borde me hizo sentir la gira y lo mal que he estado, temiéndole a la próxima. «Déjalos sueltos» es su solución. Ella cree que tengo algún complejo de culpa, que vengo de origen humilde y todo, y por eso yo no voy en solitario.

—Mira, yo lo entiendo. Es difícil aceptar que mereces los elogios, pero tú sí. Tú escribes todas las canciones y la mayoría de la música y es por eso que recibes toda la atención —me dice—. ¡Tú eres el talentoso! No sólo alguna cara bonita. Si esto fuera una película, serías la estrella de veinte millones de dólares y ellos serían los actores de reparto, pero en lugar de eso obtienes de todo una división equitativa —dice—. Tú no los necesitas.

Especialmente con todo el dolor que te dan.

Pero no se trata de dinero. Nunca lo ha sido. Y en solitario, no me parece mucho una solución. Sólo estaría fuera de la sartén y dentro del fuego. Y todavía estaría de gira para enfrentarme con el pensamiento de que he estado enfermo físicamente.

—¿Por qué no llamas al Dr. Weisbluth? —sugirió Bryn por teléfono desde Toronto, donde estaba terminando su última película. Weisbluth, el psicofarmacólogo con el que la discográfica me había conectado hace unos meses—. A ver si él te puede dar algo más fuerte. Y cuando vuelvas, tenemos que sentarnos con Brooke y en serio hablar acerca de ti en solitario. Pero lo tienes que conseguir a través de este tour. Vas a tener que llevar tú reputación de otra manera.

Hay cosas peores para hacer estallar tu reputación, ¿no? Eso es lo que yo pensaba. Pero no lo dije. Sólo llamé a Weisbluth, consiguió algunos guiones más y me armó de valor para la gira. Supongo que Bryn entendía, al igual que yo entendía, como todos los que conocía me han entendido, que a pesar de parecer un chico malo, Adam Wilde hace lo que dice.