Capítulo 10


El cañón de la pistola, gira uno dos tres.

Ella dice que tengo que escoger: escogerte a ti, o a mí.

El metal en la frente, la explosión es ensordecedora Lamo la sangre que me cubre Ella es la última en pie.

Roulette. Daño Colateral, Pista 11


Después que dejamos la cena, empecé a sentirme nervioso. Debido a que chocábamos uno con otro. Hicimos la cosa decente y nos mantuvimos cerca para ponernos al día, ¿entonces que falta excepto nuestra despedida? Pero no estoy listo para eso. Estoy bastante seguro que no va a haber otro comentario con Mia, y me voy a tener que ir en los vapores de esta noche por el resto de mi vida, entonces me gustaría un poco más que mostrarle estacionamientos, artritis y disculpas abortadas.

Lo cual es el porqué en cada cuadra que caminamos que Mia no llama a gritos un taxi o pide disculpas y dice buenas noches se siente como un estado de ejecución. En el sonido de mis pisadas golpeando contra el pavimento, casi puedo escuchar que la palabra, «indulto» hace eco por las calles de la ciudad.

Caminamos en silencio por una sección de la Novena Avenida más silenciosa, y más llena de escoria. Por debajo de un puente húmedo, un grupo de sujetos sin hogar estaba acampando. Uno preguntó por algo de cambio. Le lance una moneda de diez. Un bus pasó, dejando una nube de diesel por el tubo de escape.

Mia señaló al otro lado de la calle.

—Ese es el Terminal de Buses Port Authority —ella dijo.

Sólo asentí, sin estar seguro si íbamos a discutir de las estaciones de bus con la misma cantidad de detalle que hicimos con los estacionamientos, o si ella estaba planeando enviarme lejos.

—Hay una bolera adentro —me dijo.

—¿En la estación de bus?

—Loco, ¿verdad? —exclamó Mia, de repente toda animada—. No lo podía creer tampoco cuando lo encontré. Venía a casa de visitar a Kim en Boston una noche y me perdí buscando la salida y allí estaba. Me recordó a la caza de huevos en la Pascua. ¿Recuerdas como Teddy y yo solíamos ponernos sobre esos?

Recordé como Mia solía ponerse. Ella había tenido una debilidad por cualquier fiesta que estuviera asociada a dulces, especialmente haciéndolo divertido para Teddy. Una Pascua ella laboriosamente había coloreado a mano huevos cocidos y los había escondido por todo el patio para la caza de Teddy la siguiente mañana. Pero luego había llovido toda la noche y sus coloridos huevos se habían vuelto de un gris motoso. Mia había llorado de decepción, pero Teddy prácticamente se había meado de la emoción los huevos, él dijo, no eran huevos de Pascua; eran huevos de dinosaurio.

—Sí, lo recuerdo —dije.

—Todo el mundo ama la ciudad de Nueva York por diferentes razones. La cultura. La mezcla de personas. El ritmo. La comida. Pero para mí, es como una épica caza de huevos de Pascua. Siempre estás encontrando estas pequeñas sorpresas en cada esquina. Como ese jardín. Como una bolera en un gigante paradero de buses. Ya sabes… —ella se detuvo.

—¿Qué?

Ella sacudió su cabeza.

—Probablemente tienes algo que hacer esta noche. Un club. Un séquito con el que encontrarte.

Hice girar mis ojos.

—No tengo un séquito, Mia. —Salió más fuerte de lo que quería.

—No lo quise decir como un insulto. Sólo asumí que todas esas estrellas de rock, famosos, viajaban con grupos.

—Deja de asumir. Sigo siendo yo. —Más o menos.

Ella parecía sorprendida.

—De acuerdo. ¿Entonces no tienes ningún lugar al que necesites ir?

Sacudí mi cabeza.

—Es tarde. ¿Necesitas ir a dormir?

—No hago mucho de eso estos días. Puedo dormir en el avión.

—Entonces… —Mia patea un pedazo de basura con su pie y me doy cuenta que todavía estaba nerviosa—. Vamos a una caza urbana de huevos de Pascua. —Se detiene, busca mi rostro para ver si yo sabía de lo que estaba hablando—. Te mostraré todas las esquinas secretas de la ciudad que yo tanto amo.

—¿Por qué? —le pregunto. Y tan pronto como hago la pregunta, me quiero patear a mí mismo. Ya tienes tú indulto, ahora ¡cállate! Pero parte de mí en realidad quería saber. Si tengo claro de él porque fui a su concierto esta noche, estoy aún más confundido de porque me llamo ella, y porque sigo aquí.

—Porque me gustaría mostrarte —dijo simplemente. La miro, esperando que termine de elaborar la respuesta. Sus cejas se unen mientras trata de explicar. Luego parece rendirse. Simplemente se encoge de hombros. Después de un minuto trata de nuevo—: También, porque no me voy exactamente de Nueva York, pero algo así. Voy a Japón mañana para hacer dos conciertos allí y luego uno en Corea. Después de eso regreso a Nueva York por una semana y luego comienzo con el tour. Estaré en la carretera por tal vez cuarenta semanas del año, entonces…

—¿No hay mucho tiempo para cazar huevos?

—Algo así.

—¿Así que esta sería tú recorrido de despedida? —¿De Nueva York? ¿De mí?

—Esa es una manera de verlo, supongo —replicó Mia.

Me detengo, como si en realidad lo estuviera considerando, como si estuviera midiendo mis opciones, como si el RSVP de su invitación estuviera en pregunta. Luego me encogí de hombros, y puse en marcha un buen show.

—Seguro, ¿por qué no?

Pero todavía dudo un poco sobre la estación de bus, así que me puse entre las sombras y me puse la capa antes de entrar. Mia me condujo por un corredor de baldosas color naranja, el aroma a desinfectante de pino no enmascaraba muy bien el de orina, luego por una serie de escaleras, pasando estantes de periódicos y restaurantes de comida rápida, luego más escalones hasta una señal de neón. Bolera Tiempo Libre.

—Aquí estamos —ella dijo tímidamente, orgullosamente—. Después que lo encontré por accidente, tomé un hábito de venir cada vez que pasara por la estación. Y luego empecé a venir para pasar el rato. Algunas veces me siento en la barra y ordeno nachos, y veo a las personas jugar.

—¿Por qué no juegas?

Mia inclinó su cabeza a un lado, luego se toco el codo.

Ahh, su codo. Su talón de Aquiles. Una de las pocas partes de su cuerpo que, parecía, no se había lastimado en el accidente, no había estado envuelto en yeso o había sido juntado con clavos, o puntos o tocado por injertos de piel. Pero cuando empezó a tocar el chelo otra vez en el mal intento de ponerse al día consigo misma, su codo había empezado a dolerle. Le tomaron rayos X, le hicieron MRI. Los doctores no podían encontrar nada malo, le dijeron que podría ser un moretón o un nervio contraído, y le sugirieron que descansara de las prácticas, lo cual había enojado a Mia. Ella dijo que si no podía tocar, no le quedaba nada. ¿Qué hay sobre mí? Recordé que había pensado, pero nunca lo había dicho. De cualquier manera, ella había ignorado a las doctores y había tocado aún con el dolor o se había mejorado o ya se había acostumbrado a eso.

—Traté de traer a algunas personas de Juilliard unas cuantas veces, pero no les gustó. Pero no importa —me dijo—. Es el lugar que amo. Es totalmente secreto aquí arriba. No necesito jugar para apreciarlo.

¿Así que tu novio del Jardín del Edén es demasiado intelectual para comidas grasientas y bolos, uh?

Mia y yo solíamos jugar bolos, algunas veces los dos, otras con toda la familia. Kat y Denny habían sido grandes jugadores, parte de toda la cosa retro de Denny. Incluso Teddy podía darle. Te guste o no, Mia Hall, tienes algo retorcido en tú ADN, gracias a tú familia. Y, tal vez, gracias a mí.

—Podríamos jugar ahora —sugerí.

Mia sonrió ante la oferta. Luego se tocó el codo de nuevo. Sacudió la cabeza.

—No tienes que jugar —explico—. Yo jugaré. Puedes mirar. Sólo para que consigas todo el efecto. O puedo jugar por los dos. Parece como si debieras jugar aquí. Que esto sea el recorrido de despedida.

—¿Harías eso por mí? —Y fue la sorpresa en su voz lo que me atrapó.

—Claro, ¿por qué no? No he jugado en años. —Esto no era totalmente cierto. Bryn y yo fuimos a jugar hace unos cuantos meses en una cosa de caridad. Pagamos veinte mil por rentar una línea durante una hora por una buena causa y luego ni siquiera jugamos; sólo bebimos champaña mientras Bryn chismoseaba. Quiero decir, ¿quién toma champaña en una línea de bolos?

Dentro del Tiempo Libre, olía como a cerveza. Y cera y hotdogs y desinfectante de zapatos. Es a lo que una bolera debería oler. Las líneas estaban llenas de inusuales y poco atractivos grupos de trabajadores de Nueva York que en realidad parecían jugar por el bien de los bolos. No nos miraron dos veces; ni siquiera nos miraron una vez. Nos compre una línea y rente un par de zapatos para cada uno. Tratamiento completo aquí.

Mia estaba prácticamente mareada mientras se probaba los de ella, y seleccionó una bola de 8 libras rosada para que jugara en su nombre.

—¿Qué hay acerca de los nombres? —preguntó Mia.

De nuevo al pasado, solíamos ir por nombres de músicos; ella escogería una cantante de punk de la vieja escuela y yo escogería un músico clásico. Joan o Frederick. O Debbie y Ludwig.

—Tú escoges —dije, porque no estaba muy seguro cuanto del pasado se supone que debiéramos revivir. Hasta que vi los nombres que puso. Y luego casi me caigo. Kat y Denny.

Cuando nota mi expresión se ve avergonzada.

—También les gustaba jugar a los bolos —se apresuró a explicar y cambio rápidamente los nombres a Pat y Lenny—. ¿Cómo es eso? —pregunta demasiado alegre.

Dos mensajes mórbidos después de lo mórbido. Pienso yo. Mi mano esta temblando de nuevo mientras me dirijo a la línea con la bola color rosa de «Pat» lo que podría explicar porque solo derribo ocho pinos. A Mia no le importa, ella grita con alegría.

—El que queda es mío —grita ella, luego se contiene un poco y mira hacia abajo—: Gracias por rentarme zapatos. Bonito detalle.

—No hay problema.

—¿Cómo es que nadie te reconoce aquí? —pregunta ella.

—Es una cosa de contexto.

—Tal vez podrías quitarte los lentes de sol. Es difícil hablarte con ellos puestos.

Olvidé que aún los tenía puestos y me sentí estúpido por ello, y me sentí estúpido por tener que usarlos en primer lugar. Me los quité.

—Mejor. —Mia dice—. No sé porque los músicos clásicos piensan que los bolos son basura blanca. Es tan divertido.

No sé porque esto de los Nerdos-de-Julliard-versus-el-resto-de nosotros me hacía sentir una gran emoción, pero lo hacía, derribe los dos pinos restantes de Mia. Ella festeja ruidosamente.

—¿Te gustó? ¿Julliard? —pregunto—. ¿Fue todo lo que esperabas que fuera?

—No —dice ella, y de nuevo, siento este extraño sentimiento de victoria. Hasta que dice—. Fue mejor.

—Oh.

—Aunque no empezó de esa manera, fue bastante difícil al comienzo.

—Eso no es sorpresivo, sabes, considerando todas las cosas.

—Ese fue el problema «considerando todas las cosas» eran demasiadas cosas para considerar. Cuando llegue, era como todo el mundo; la gente era muy considerada. Mi compañera era tan considerada que no podía mirarme sin llorar.

Recuerdo el exceso de simpatía por ella conseguí apartarlo un par de semanas de ella.

—Todas mis compañeras eran las reinas del drama. Me cambie tantas veces el primer año antes de dejar los dormitorios ¿Sabías que he vivido en once lugares diferentes aquí? Creo que eso debe ser alguna clase de record.

—Considéralo una práctica para estar en la carretera.

—¿Te gusta estar en el camino?

—No.

—¿De verdad? Ver todos esos diferentes lugares. Pensé que amarías eso.

—Todo lo que veo es el hotel, el lugar y el campo borroso desde la ventana del bus de turismo.

—¿Nunca paseas?

La banda lo hace. Ellos salen en estos tours VIP, visitan el coliseo romano antes que este abierto para el público y cosas como esas. Podría acompañarlos pero significaría salir con la banda, así que sólo terminaba encerrado en mi hotel.

—Por lo general no hay tiempo —mentí—. Así que estabas diciendo que tenías problemas con tus compañeras.

—Sí. —Mia continua—: Demasiada simpatía. Era así con todo el mundo, incluida la facultad, quienes estaban un poco nerviosos a mí alrededor. Cuando debería haber sido lo contrario, es casi como un rito de paso cuando tomas la orquesta por primera vez para tener tú obra dividida en partes —básicamente para resaltarla— en frente de todos. Y les paso a todos. Excepto a mí. Era como si fuera invisible. Nadie se atrevía a criticarme. Y créeme, no era porque tocara maravillosamente.

—Tal vez si era así —digo. Me acerco un poco y seco mis manos sobre el ventilador.

—No. No lo era. Uno de los cursos que debes tomar cuando comienzas es Análisis de Cuarteto de Cuerdas. Y uno de los profesores es este tipo Lemsky. Es un pez gordo en el departamento. Además ruso. Imagina toda clase de estereotipos crueles que puedas y ese es él. Es decir. Un arrugado hombrecito recién salido de Dostoievski. Mi papa lo habría amado. Después de un par de semanas me llamó a su oficina. Por lo general esta no es una buena señal.

—Está sentado detrás de este sucio escritorio, con papeles y partituras apiladas. Y comienza a hablarme sobre su familia. Judíos en Ucrania. Vivian en pogroms[2]. Luego a través de la segunda guerra mundial. Luego dice, todas las personas tienen dificultades en su vida. Todos sienten dolor. Aquí la facultad te mima por lo que pasaste. Yo, sin embargo soy de la opinión que sí hacemos eso, es preferible que ese accidente de auto te hubiera matado porque asfixiaremos tú talento ¿Quieres que hagamos eso?

—Y no sabía cómo responder, así que sólo me quedé ahí. Y luego él me gritó: ¿lo quieres? ¿Quieres que te asfixiemos? Y me las arreglé para emitir un «no» y luego dice: Bien. Luego toma su bastón y prácticamente me echa con él.

Puedo pensar en algunos lugares donde me gustaría golpear a ese tipo con el bastón.

Tomo mí bola y la arrojo por la línea. Golpea la formación de pinos con un ruidoso Thwack; los pinos salen volando en todas las direcciones, como pequeños humanos huyendo de Godzilla.

Cuando regreso a donde Mia estoy más calmado.

—Buena esa —ella dice al mismo tiempo que yo digo—: ¡Tú profesor suena como un imbécil!

—Cierto, no es la persona más sociablemente agraciada. Y estuve asustada esa vez, pero mirando atrás creo que fue uno de los días más importantes de mi vida. Porque él fue la primera persona que no me dio un pase.

Me di la vuelta agradecido de tener una razón para alejarme y que no pueda ver la mirada en mí rostro. Tiro su bola rosa por la línea, pero se desvía a la derecha. Tumbo siete pero quedan tres. Sólo tomaré uno la próxima vez para quedar igualados. A propósito fallo en mi siguiente lanzamiento derribando seis pinos.

—Así que unos días después, en Orquesta. —Mia continúa—. Mi Glissando se desmonta y no muy amablemente.

Ella sonríe, inundada de recuerdos felices de su humillación.

—No hay nada como una flagelación pública.

—¿Cierto? Fue genial, fue como la mejor terapia en el mundo.

La miro «terapia» alguna vez fue una palabra prohibida.

Mia había sido asignada a un consejero de duelo en el hospital y rehabilitación pero se había rehusado a ver a nadie una vez que volvió a casa, algo que Kim y yo habíamos argumentado en contra. Pero Mia había clamado que hablar sobre su familia muerta por una hora una vez a la semana no era terapéutico.

—Una vez que pasó. Era como si todos en la facultad se relajaran a mi alrededor —me dice ella—, Lemsky me hizo trabajar extra duro. No tenía tiempo libre. No había otra vida que el Cello. En los veranos tocaba en festivales. Aspen. Marlboro. Luego Lemsk y Ernesto me presionaron para audicionar en el programa de Concierto de Jóvenes Artistas, lo que fue una locura. Eso hace que entrar en Julliard fuera un juego de niños. Pero lo hice. Y entré. Por eso estaba esta noche en Carnegie. Los chicos de veinte años no suelen tocar recitales en Zankel Hall. Y eso sólo abrió más puertas. Tengo un manager ahora. Agentes interesados en mí. Y es por eso que Lemsky presionó para la graduación temprana. Dijo que estaba lista para viajar, aunque no sé si tenga razón.

—Por lo que oí hoy tiene razón.

Su rostro luce repentinamente tan ansioso, tan joven, que casi duele.

—¿Realmente lo crees? He estado tocando en recitales y festivales, pero esto sería diferente. Esa seré yo por mi cuenta, o haciendo solos por unas pocas noches con una orquesta o un cuarteto o un conjunto de música de cámara. —Ella sacude la cabeza—, algunos días creo que debería encontrar un puesto permanente en una orquesta, tener cierta continuidad. Como la que tú tienes con la banda. Tiene que ser muy cómodo siempre estar con Liz, Mike y Fitzy.

El escenario cambia, pero los músicos no cambian. Pienso en la banda, en un avión mientras conversamos sobrevolando el Atlántico —un océano, la menor de las cosas que nos separa ahora— y luego pienso en Mia, en la manera que toco en el Dvořák en lo que todas las personas estaban diciendo después que dejó el escenario.

—No. No debes hacer eso. Eso sería un desperdicio de tú talento.

—Ahora suenas como Lemsky.

Genial.

Mia ríe.

—Oh, sé que parece como un tipo duro, pero sospecho que en el fondo está haciendo esto porque cree que al darme una oportunidad en la carrera, llenará algún vacío.

Mia se detiene y me mira, sus ojos fijos en mí, buscando y rebuscando.

—Pero no tiene que darme la carrera. Eso no es lo que llena el vacío, entiendes eso ¿verdad? Siempre entendiste eso.

De repente toda la mierda del día viene rebotando de vuelta, Vanessa y Bryn, el embarazo, Shuffle y los amenazantes sesenta y siete días de hoteles separados, incómodos silencios y tocar con una banda que ya no me apoyaba.

Y es como, ¿Mia no lo entiendes? La música es el vacío y tú eres la razón de eso.