¿Sabes por qué al ron con cocacola lo llaman cuba libre?
No, respondió Emilia, un poco cansada y con muchas ganas de que la fiesta terminara.
¿De verdad no lo sabes? Es como obvio: el ron es Cuba y la cocacola los Estados Unidos, la libertad. ¿Cachái?
Yo me sabía otra historia.
¿Cuál historia?
Me la sabía, pero se me olvidó.
Andrés ya llevaba varias anécdotas por el estilo, lo que hacía difícil no considerarlo un insoportable. Se esforzaba tanto en lograr que los compañeros de Emilia no adivinaran la farsa, que hasta se había permitido hacerla callar. Se supone que un marido, se dijo entonces Emilia, hace callar a su esposa. Andrés hace callar a Anita cuando piensa que ella debe callarse. Entonces no está mal que Miguel haga callar a su esposa si piensa que debe callarse. Y como yo soy la esposa de Miguel debo callarme.
Así, en silencio, siguió Emilia durante el resto de la velada. Ahora no sólo nadie dudaría de que estaba casada con Miguel, sino que además a sus colegas no les sorprendería tanto una crisis conyugal de, digamos, un par de semanas y una repentina pero justificada separación. Nada más: ni llamadas, ni amigos en común, nada. Sería fácil matar a Miguel. Corté con él de raíz, se imaginaba diciéndoles.
Andrés detuvo el auto y consideró necesario redondear la noche comentándole a Emilia que había sido una fiesta muy entretenida y que de verdad no le importaría seguir asistiendo a esas reuniones. Es gente simpática y con ese vestido calipso te ves preciosa.
El vestido era turquesa, pero ella no quiso corregirlo. Estaban frente al departamento de Emilia y era temprano todavía. El venía muy borracho, ella también había bebido lo suyo, y tal vez por eso de pronto no le pareció tan horroroso que Andrés —que Miguel— se demorara un rato entre una y otra palabra. Pero esos pensamientos fueron violentamente interrumpidos en el momento en que se imaginó a su voluminoso compañero de auto penetrándola. Asqueroso, pensó, justo cuando Andrés se acercó más de la cuenta y apoyó su mano izquierda en el muslo derecho de Emilia.
Ella quiso bajarse del auto y él no estuvo de acuerdo. Le dijo estás borracho y él le respondió que no, que no era el alcohol, que desde hacía mucho tiempo la miraba con otros ojos. Es increíble, pero eso dijo: «Desde hace mucho tiempo que te miro con otros ojos.» Intentó besarla y ella le respondió con un puñetazo en la boca. De la boca de Andrés salió sangre, mucha sangre, una cantidad escandalosa de sangre.