Primero fue Timothy, un muñeco de arroz vagamente parecido a un elefante. Anita durmió con Timothy, peleó con Timothy, le dio de comer y hasta lo bañó antes de devolvérselo a Emilia una semana después. Por entonces ambas tenían cuatro años. Semana por medio los padres de las niñas se ponían de acuerdo para que ellas se juntaran y a veces pasaban sábado y domingo jugando al pillarse, a imitar voces, a pintarse la cara con pasta de dientes.

Luego fue la ropa. A Emilia le gustaba el buzo burdeos de Anita, Anita le pidió a cambio la polera de Snoopy, y así comenzó un sólido comercio que con los años acabó volviéndose caótico. A los ocho fue un libro para hacer origamis el que Anita le devolvió algo estropeado en los bordes a su amiga. Entre los diez y los doce hicieron turnos quincenales para comprar la revista , e intercambiaron cassettes de Miguel Bosé, Duran Duran, Álvaro Scaramelli y el grupo Nadie.

A los catorce Emilia le dio un beso en la boca a Anita, y Anita no supo cómo reaccionar. Dejaron de verse durante unos meses. A los diecisiete Emilia volvió a besarla y esta vez el beso fue un poco más largo. Anita se rió y le dijo que si volvía a hacerlo le respondería con una cachetada.

A los diecisiete años Emilia entró a estudiar literatura a la Universidad de Chile, porque era el sueño de toda su vida. Anita, desde luego, sabía que estudiar literatura no era el sueño de la vida de Emilia, sino un capricho directamente relacionado con su lectura reciente de Delmira Agustini. El sueño de Anita, en cambio, era perder unos cuantos kilos, lo que no la llevó, claro está, a estudiar nutrición o educación física. Por lo pronto se matriculó en un curso intensivo de inglés, y siguió varios años estudiando aquel curso intensivo de inglés.

A los veinte años Emilia y Anita se fueron a vivir juntas. Anita llevaba seis meses viviendo sola, ya que su madre recientemente había formalizado una relación, por lo que se merecía —eso fue lo que le dijo a su hija— la oportunidad de comenzar desde cero. Comenzar desde cero significaba comenzar sin hijos y, probablemente, continuar sin hijos. Pero en este relato la madre de Anita y Anita no importan, son personajes secundarios. La que importa es Emilia, que aceptó gustosa el ofrecimiento de vivir con Anita, seducida, en especial, por la posibilidad de follar a sus anchas con Julio.