Día 7, 12:40 AM.
Sede de GoodLife Mountain View,
San Francisco, California.
Blake corrió hasta el edificio principal y entró sin ningún impedimento. Tomó el ascensor y llegó a la segunda planta. Se acercó a la puerta de acceso restringido pero estaba cerrada. Dos guardias jurados le alcanzaron. Uno de ellos tecleó el código de apertura, pero la puerta no se abrió.
—¿Qué sucede? —preguntó el agente. —No lo sé —dijo el guardia. —¿No hay otra entrada? —No, alguien la ha bloqueado desde dentro —explicó el guardia. El agente sacó la pistola y comenzó a disparar a la puerta. Después de seis balas, la hoja de acero seguía impertérrita.
En ese momento llegó el primer equipo de la CIA con su compañero.
—Necesitamos a alguien que pueda abrir esta puerta —ordenó el agente. Uno de los hombres desmontó el pequeño teclado y comenzó a hurgar en los cables.
—Tenemos que traer a un especialista —dijo el agente—, yo no puedo acceder.
Blake tuvo ganas de tirarse de los pelos, pero pidió por teléfono un especialista informático. Le informaron de que tardaría al menos otros quince minutos en llegar.
—Mierda, no tenemos tanto tiempo. ¿No hay nadie aquí que pueda hacerlo? —preguntó el agente Blake. Un silencio sepulcral invadió la sala. El inspector se cruzó de brazos e intentó tranquilizarse. Había cosas que escapaban por entero a su control. Simplemente cruzó los dedos y esperó que aquel joven no estuviera ansioso por apretar el gatillo.