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Día 7, 12:10 AM.

Cerca de la Sede de GoodLife Mountain View,

San Francisco, California.

La calle estaba cortada. Varios obreros taladraban el asfalto, mientras otros desviaban el tráfico. Se había acumulado un gran número de coches y la sirena de los agentes no servía para nada.

—Mierda. ¿Qué sucede ahora? —dijo Blake fuera de sí. El agente salió del coche y comenzó a correr.

—¿A dónde vas? —Llama a la central para que manden refuerzos a la sede de GoodLife —gritó Blake mientras se alejaba. Notó el peso de las piernas. A sus cuarenta y cinco años había perdido algo de fuerza, pero intentó concentrarse y olvidar el dolor.

Corrió por las calles desiertas y silenciosas de uno de los lugares más valiosos del planeta. Allí tenían su sede todas las empresas informáticas, el centro del mundo ya no estaba ni en Washington ni en Nueva York, estaba en aquella zona tranquila y paradisíaca de California.

Cuando vio el gran cartel luminoso de la compañía se paró un poco para tomar aliento. Notaba como el corazón le iba a estallar. Hizo un último esfuerzo y llegó al primer control.

—Agente de la CIA —dijo enseñando el carnet. El guardia jurado le miró con incredulidad y sacó el arma.

—No se mueva, tengo que comprobar eso —dijo señalando la placa. —Maldita sea, se va a producir un asesinato ahí adentro.

—Lo siento señor, pero tengo que asegurarme que no será usted el que cause problemas. Será un segundo. Blake entregó la placa. Miró el reloj y rezó en voz baja para que ese pobre muchacho no apretara el gatillo antes de que él llegara.