Día 7, 12:00 AM.
Sede de GoodLife Mountain View,
San Francisco, California.
David se aproximó a la pareja. Notó como en ese momento se abalanzaba sobre él todo el cansancio de los últimos días. Las miró fijamente, pero no acertó a decir nada, lo único que deseaba era acabar con todo aquello cuanto antes.
—¿Va a decirnos por qué quería vernos? No entiendo por qué quiere lanzar todo ese cúmulo de falsedades sobre GoodLife. Nuestra intención siempre ha sido favorecer a las personas y convertir el mundo en un sitio mejor —dijo Irina enfadada. El joven percibió como la ira subía por sus brazos hasta los hombros, pero intentó contenerse por ahora.
—¿Qué? ¿Me pregunta por qué he venido? —dijo David indignado. —Exactamente —le retó Irina. —Han matado a dos de sus empleados, por no contar al pobre de Larsson y quién sabe a cuantos más. Todo por su ambición. —Está loco —dijo Irina. Alicia permanecía sentada en silencio.
—¿Loco? Tengo pruebas de sus tejemanejes con el Jimmy Watson Institute, también de su conspiración para poner al mundo bajo sus pies. Ahora controlan el 80% de la información mundial, incluidos los archivos secretos de gobiernos, empresas y organizaciones.
—Eso no es un delito —dijo Irina—, fueron ellos lo que nos pidieron ayuda. —Sí, ustedes son los salvadores del mundo. Gracias a su empresa el conocimiento de la humanidad no se ha perdido para siempre, ¿verdad? Aunque la realidad es que ustedes produjeron la crisis del papel y lanzaron esa maldita bacteria con la intención de hacerse con el control de toda esa información —dijo David. —Lo que cuenta es absurdo ¿cómo íbamos nosotros a crear esa bacteria? —preguntó Irina. —Ustedes no, pero si su socio Jimmy. Él creo la bacteria y la esparció con su ayuda, después ustedes crearon un virus informático que extendieron por los millones de usuarios que utilizan su correo gratuito. Un plan magistral —dijo David. —Lo que dice son elucubraciones. Será mejor que nos diga ya lo que quiere, no podemos perder más tiempo —dijo Irina. David se enfureció por el cinismo que mostraba la mujer y sacó la pistola. Apuntó a las dos alternativamente y después gritó.
—¡Van a pagar por ello!