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Día 6, 11:40 PM.

Sede de GoodLife Mountain View,

San Francisco, California.

David había llegado con cierta anticipación. La zona estaba totalmente desierta. Un guardia de seguridad le permitió el acceso al campus y caminó por los senderos hasta el edificio principal. Aquel parque de atracciones artificial parecía más fantasmagórico a la luz de las farolas. Sintió frío, pero se limitó a abrazarse. Notó el bulto del revólver y no pudo evitar un nudo en la garganta.

Cuando entró en el edificio principal, un segundo guardia jurado le facilitó el paso sin preguntas. Después pasó las puertas de seguridad de la zona restringida. Aquella parte del edificio era totalmente desconocida para él, pero siguió las indicaciones.

David desconocía que una sombra seguía todos sus pasos. El asesino a sueldo tenía orden de intervenir cuando le dieran la señal. Sabía que el periodista estaba armado, había saltado en todos los controles la forma de su arma en los escáneres personales, pero su jefe quería pruebas de que simplemente habían actuado en legítima defensa contra un loco psicópata.

El periodista se paró enfrente de la puerta del despacho. Respiró hondo y llamó. Un sonido metálico la abrió y entró en la sala.

La gran habitación estaba poco iluminada. Al fondo había un gran sillón. Una de las mujeres estaba sentada, repiqueteando los dedos de la mano sobre su rodilla. La otra estaba de pie, con expresión seria y la mirada fija en él.

—¿Señor David Portier? —preguntó la mujer que estaba en pie. David se acercó hasta el sillón. Su rostro quedó iluminado por un cañón de luz. Sus ojos desprendían odio, tenía los labios apretados y los puños cerrados.

—Sí, soy yo —respondió con voz decidida. —Por fin nos conocemos —dijo la mujer que estaba en pie—. Mi nombre es Irina y esta es mi socia Alicia. Bienvenido a GoodLife.