Día 6, 10:00 PM.
Sede CIA,
San Francisco, California.
Blake cogió el teléfono impaciente. No había logrado localizar al periodista en todo el día, aunque estaba seguro de que había leído su mensaje. Estaba a punto de marcharse, cuando sonó el móvil.
—Le hemos localizado en Palo Alto —dijo una mujer desde el otro lado de la línea. Después le dictó la dirección. —Gracias, pero necesito que cada cinco minutos me digáis hacia donde se dirige —dijo Blake. —Sabe que hay un margen de error de unos cincuenta metros —dijo la mujer. —Sí, pero eso no es un problema. Blake tomó su chaqueta después de colgar el teléfono y llamó a su compañero. Los dos salieron a toda prisa a por su vehículo. Diez minutos más tarde se dirigían en busca del objetivo.
En la cabeza del agente había una certeza, el periodista iba a GoodLife, la sede de la compañía se encontraba a muy pocas manzanas de allí.
El coche recorrió las calles semidesiertas. Por la noche era raro ver a gente caminando, a no ser en la zona más céntrica. Viajaban en silencio, concentrados en la carretera, hasta que su compañero William le dijo:
—¿Has cenado? —No, tengo que acabar primero con este asunto —contestó Blake.
—Creo que te tomas las cosas demasiado en serio. Es nuestro trabajo, pero aparte de esto tenemos una vida. Blake no contestó, tal vez porque él no tenía otra vida. Soltero, sin hijos, con sus padres fallecidos cinco años atrás, la agencia era toda su vida. Cuando se aproximaron a la zona de la localización, escucharon de nuevo el teléfono. Las coordenadas habían variado ligeramente, pero parecía que ahora el sujeto se alejaba rápidamente más hacia el sur.