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Después de vigilar la casa, se dirigieron de nuevo al coche. Uno de los hombres marcó un número y espero uno segundos.

—Los hemos localizado —dijo secamente. —Quiero que los matéis, todo se está complicando demasiado. El asesino colgó el teléfono.

—Vamos —dijo al compañero. Los dos salieron del coche y empuñaron las armas. Caminaron por el sendero hasta la puerta principal.

—Tú entra por la cocina, yo lo haré por aquí. Entraron los dos a la vez haciendo el menor ruido posible. Pero la casa parecía desierta. Se acercaron al salón, pero entonces escucharon como un coche aceraba fuera. Corrieron hasta su vehículo y comenzaron la persecución.

Frank conducía a toda velocidad, mientras Carmen se aferraba al asiento. Recorrieron la estrecha carretera hasta salir a la principal. El editor conocía todos los atajos de la carretera, por lo que no le costó mucho dar esquinazo a sus perseguidores.

Mientras tanto, Davis se escabullía entre la maleza. Había preferido separarse de ellos, para alejarles del peligro. El camino que quedaba por delante tenía que recorrerlo solo.