Día 5, 11:10 PM.
894 Camino del Mar St.
San Francisco, California.
La mansión de Jimmy tenía unas vistas envidiables. Desde su jardín se divisaba toda la bahía y parte del océano. Aquella casa había sido el sueño de su vida desde que se había venido a vivir desde la costa Este. En contra de la mayor parte de los habitantes de Nueva Inglaterra, él prefería las cálidas playas del Pacífico y ese aire relajado de los californianos, al frío y el estrés de Nueva York. Se desanudó la corbata, dejó la chaqueta en el armario de la entrada y buscó a su mujer por el salón, pero no se veía a nadie por ningún lado. Tampoco a la asistenta, que siempre estaba a esas horas en la cocina.
Entró en su despacho amplio, de paredes de cristal, con muebles modernos y se sentó en el sillón. Aquel día se había convertido en uno de los hombres más ricos del mundo. Nadie lo diría después de los varapalos de los últimos años. En dos ocasiones estuvo a punto de cerrar la empresa y regresar con las orejas gachas a alguna de las farmacéuticas en las que había perdido la mayor parte de su vida, pero ahora todo eso formaba parte del pasado.
Accedió a su cuenta corriente y casi se mareó de los ceros que relucían en su saldo. Ahora podría ampliar los laboratorios, abrir alguna sucursal en algún país vecino con menos reticencias morales y leyes federales retrógradas para la investigación con células madre, pero todo eso podía esperar para mañana, ahora se encontraba realmente hambriento.
Se acercó a la cocina y se preparó un gran sándwich. Aquella noche estaba sólo en casa. Se puso delante del televisor y vio un partido de beisbol. De vez en cuando notaba como le asaltaban a la mente ideas turbadoras. No era suficiente con calmar su conciencia, en muchas ocasiones sus malas acciones se clavaban en su mente como clavos al rojo vivo. Intentó concentrarse en el partido, al fin y al cabo, pensó, únicamente estaba cuidando sus intereses y dándole al mundo la solución a sus problemas.
La comunidad científica le había dado de lado por sus métodos heterodoxos, pero el hombre del siglo XXI no podía andarse con remilgos éticos. La supervivencia de la especie estaba en peligro.