Día 5, 10:15 PM.
White House,
Washington DC.
El Presidente estaba en la cama. Le gustaba tumbarse un rato antes de dormirse, como era uno de los pocos Presidentes solteros de la historia de los Estados Unidos, nadie le decía nada si se llevaba algunos documentos para repasarlos en la cama. Solía leer libros a aquellas horas, pero como todos habían desaparecido y por ahora no había informes escritos, el Presidente llevó su Mac a la cama.
Era curioso, pero miles o decenas de miles de documentos clasificados habían desaparecido por completo, muchas de las órdenes no se dejaban en los ordenadores por miedo a ser espiados, la red era un hervidero de todo lo malo y lo bueno que se cocía en el mundo, pero una pesadilla para la seguridad.
El Presidente repasó dos o tres informes y después plantó su firma digital a otros tantos papeles. En último lugar leyó el interesante informe que GoodLife les había remitido. El tutor virtual podía cambiar la forma de enseñar y revolucionar el mundo. Si cualquiera podía ser educado desde su casa, en cualquier momento, el estado se ahorraría millones de dólares, los padres se sentirían seguros y los adultos tendrían una oportunidad de continuar sus estudios.
En Estados Unidos llegar a la universidad era a veces un esfuerzo titánico. Becas, horas en trabajos denigrantes y una enorme fuerza de voluntad eran las únicas recetas para conseguirlo. Él lo había logrado, pero también había visto a centenares de chicos que se quedaban en la cuneta y eso podría evitarse gracias al programa Babel Fish.
El nombre del programa era divertido, una especie de guiño a lo sencillo que es aprender.
Él había tenido buenos y malos profesores, algunos francamente horribles. Uno de esos profesores había sido el de gimnasia, que apartaba a muchos alumnos por el simple hecho de que no le cayeran bien, presionándoles para que abandonaran sus estudios. Había escuchado tantas veces que era un fracasado, que de no haber sido por la fe en él de su madre, no hubiera intentado seguir estudiando.
El informe de la secretaría de educación ponía muchos peros al proyecto.
Sin duda los alumnos aprendían mucho relacionándose en la escuela, los profesores también eran modelos éticos y humanos, pero todo eso podía arreglarse con algunas clases presénciales y trabajo en equipo. Tampoco iban a echar de la noche a la mañana a miles de profesores, pero tal vez en diez años el sistema ya no los necesitara.
El Presidente puso en marcha el simulador del programa que le habían incluido en el archivo. Una voz salió del ordenador, pero no era la típica voz robotizada de los viejos programas. Tenía un tono agradable, suave y claro. El Presidente sugirió a la voz que le gustaría aprender algo de chino, el programa le llevó directamente a la sección idiomas y comenzó a enseñarle algunas palabras básicas. El Presidente repitió en alto las palabras, el ordenador le corregía y ayudaba en la pronunciación, como un viejo amigo.
Después de media hora practicando chino, cerró el Mac, lo dejó en la mesilla y apagó la luz. Aquel programa era asombroso. Le daría una verdadera sorpresa al Presidente chino cuando llegara la semana próxima. Puede funcionar, pensó mientras intentaba dormirse. Tras varias noches sin pegar ojo, se sentía muy cansado. Le había tocado pelear contra la peor crisis del mundo desde el 2009 y había superado la situación. Nada podía ir ya mal, dentro de unos días todos recordarían «la crisis del papel», como un mal sueño, el mundo había aprendido una lección: somos tremendamente vulnerables y únicamente unidos podemos sobrevivir.
Se había asegurado un lugar destacado en la Historia, pensó mientras intentaba dormirse de nuevo.